¿Y qué estamos haciendo aquí?

Pues no se sabe bien, pero resulta que al escritor Lorenzo García Vega le ha dado por intentar una novela conmigo, una estudiante graduada quien intenta, entre otras cosas, escribir una tesis sobre la vida y la obra de este señor que ahora es mi amigo. Lo que irá apareciendo aquí es, en palabras de Lorenzo: "un zuihitsu en el que fuéramos relatando, a la manera de un diario en email, el relato de nuestra relación (una relación establecida por motivo de una tesis, pero donde, lo que estaría, fuera el invento que haríamos, tú y yo, de nuestro pasado y de nosotros mismos, como dos personajes de generaciones distintas que tratan de encontrarse, inventándose."

Tuesday, August 31, 2010


Como fondo, el patio lleno de matojos (¿lleno de matojos, o esos matojos los estoy inventando, ahora?) de la casa de Felicita, la maestra que murió de cáncer. Me alimentan los sabores -¿recordados o inventados?- de aquel lugar.
Y, delante de este fondo, un amasijo de imágenes borrosas donde, si pudiera precisarlas, sé que me encontraría como con la historia del infortunio (es la palabra que se me ocurre) de la vida familiar en un pueblo de campo. Había una prima, la mayor en edad de todas las primas: nació huérfana...

-Y hoy, a las 8 de la mañana, vuelve mi madre. la escena con la agonía, la espera de su muerte.
Vuelvo a pensar en el kaleidoscopio. ¿Es que somos un kaleidoscopio de recurdos e imágenes? Vuelvo a preguntar: ¿dónde está uno mismo, si es que existe un uno mismo?

-"Nos volveremos a encontrar", me dijo Héctor Libertella, la última vez que lo vi. Ahora, muerto Libertella, y sin posibilidad de regresar a Buenos Aires, entro en la ciudad, por una ruta donde lo primero que aparece es el mundo de las Ideas de Platón, y esto por la noche, y esto sobre aquel café preferido de Héctor (ahora, en este momento, se me ha olvidado el nombre del café).

LGV

Sunday, August 29, 2010

¿BLANCO O NO BLANCO?


Se encuentra en su habitación: se despierta. Su habitación tiene, ahora, una notica que nunca había tenido.

El hombre no está desnudo, por supuesto. Se no-oye, de vez en cuando, el silencio de un no-ruido.


Estar no-desnudo, en una habitación, es pregunta que habitualmente no se plantea.


Hay un recuerdo, y el recuerdo fue blanco. Pero el recuerdo que hay, ya desapareció.


El juego de ajedrez, del que supo en su niñez, es uno de los más inútiles datos con que se pueda contar.


Entonces él se acuerda de las muñecas descuartizadas, pero eso, ¿qué lugar puede tener aquí?


Aprender ya no tiene sentido.


Sale de sí mismo y entra en un edificio Art Deco. Pero ¿a quién se le puede ocurrir eso?


“El culo del mundo”, fue lo que dijo su abuela, en 1934. Pero dudoso, también, es que eso pueda tener el color blanco. 


¿En algún momento, la vida puede volverse intolerable?


LGV

Puertas

De las puertas no se habla mucho, pero yo las tengo en la cabeza todo el tiempo. Repasando, yo, las puertas. Casi todas haciendo esa mueca que a veces imitamos. Entreabiertas, ellas. Muy bien puestas, amenazando con el cierre final, o con la total apertura. A veces me da con imaginar una puerta cerrada con zipper. 

Pienso en los pestillos echados a correr. Barritas de metal hartas de su click, y de su clack. Y pienso, también, en unas ramitas de árbol moviéndose en ausencia de viento.

La niña se ha puesto sus ojos. Y ahora todo le sale al revés. Y la colchoneta que él visitaba se ha convertido en la pileta a la que yo me he vuelto adicta. Todos saben de mis desvíos, pero nadie dice nada. Lo mudo, también, ha hecho su entrada. Alguien olvidó cerrar la puerta. El olvido siempre supo manipular al hombre. Entonces es lo azul maltratado por tanta hoja caída de los árboles. Verde como en detalle, resbalando en fondo azul, ahogándose casi. El cielo, como la puerta, entreabierto, disparando pájaros y mariposas.

He vuelto al primer capítulo y a la Suite. ¿Habrá algo más raro que regresar a la voz, a la nuestra voz de antaño, como envuelta en lo sephia? Todo como en estuche cerrado, todo como echando los pestillos en fondo verde de campo viejo. Casitas envenenadas de sueño. Bailan, ellas, como las faldas de las muchachas en fiesta de pueblo. Pero las faldas también han echado sus pestillos. Diluvio estremecido de raíces sombrías rodando en fango antiguo, allá, en el 1936. 

Creo, de súbito en la verdad del collage como la única verdad posible. Y como el único principio del Laberinto. Creo que debe ser lindo hallarse, extraño e incompleto, en la superficie de una línea azul sobre fondo crema, molestando palabras.

Margarita Pintado

Saturday, August 28, 2010

EL RIZOMA DEL POZO


La vida imaginando, o mirando, o soñando, o lo que sea, un pozo.
El agua del pozo me ha llegado, cenestésicamente, de mil maneras distintas.


He sabido –o he creído saber- que el agua del pozo es amarilla, y que suena con la música de Scriabin, y que contiene el fragmento del discurso de un médium, y que sabe al melón que me comí en mi infancia.


He dicho, infinidad de veces, que el pozo está unido con un avión, un viejo avión, que pasaba a las doce del día.


¿Ese pozo tenía un brocal tejido por un sueño?


Si estiro más la locura, encuentro que al lado de ese pozo estaba el Juzgado Municipal, abierto a las 12 del día.


En el agua del pozo estaba mi vida entera.


Sentí lo relacionado con una película. Supe, con toda seguridad, que esa película un día la iba a ver.


El Juez, el Juez del Juzgado Municipal, se parecía hasta el absurdo a un personaje que se encontraba en el pozo, y que también se encontraría en la película.


Pero, sobre todo, ¡qué agua la del pozo!. Tenía el color de la sombra.


Y ahora ( pues esto, es un recuerdo inventado ahora, y no en el tiempo atrás en que conocí al pozo), el Padre se transparenta, se vuelve más claro, al probar esa agua del pozo que tiene, junto al sabor de una locomotora que conocí en mi infancia, la cita indescifrable de un texto alquímico. 


LGV

Friday, August 27, 2010

Lluvia no cae. Nada rebota sobre el suelo, hace algún tiempo ya. Lo seco como una tortura. Lo seco, si se mezcla con lo amarillento (que es como lo amarillo, pero más  halado) produce un sueño muy pesado. Quizás es eso lo que me está pasando ahora. Lo amarillento sentado sobre mis párpados.
El café hace burbujas de colores. Esto ya lo dije antes. Arco iris de café, quemándome la garganta. Hoy he pensado en la posibilidad de usar lentes. Pero el doctor de los ojos sigue diciendo lo mismo: que no, que estoy bien, que mis ojos oscuros ven todo muy claro, que estoy cansada, que no lea tanto. El doctor dice. Yo asiento, miro mi reflejo en sus gafas.
Voy a a casa. Escribo, o trato de hacerlo. Hace algunos días que no puedo. Me he cansado de las palabras. Y lo amarillento de afuera te deja la boca seca.
¿Cuánto azul puede haber en unos ojos? Sus ojos hoy, frente a lo amarillento traspasando la ventana, estaban más azules que de costumbre. Casi daban miedo esos ojos.
Hoy no ha pasado mucho, pero eso ya es algo. ¿Me sigues? Estoy queriendo que no pasen cosas. Agotamiento. Exceso de lo amarillento cansando mis pupilas. Mañana puede que vuelva a donde el doctor de los ojos.
Si se mira bien la cosa, no hay de qué quejarse.


Margarita Pintado

-Creyó la camarera que podía, a pesar de su agresividad, mostrar a los clientes una máscara aceptable. Pero, después que la supervisora la miró fijamente, se le cayó la máscara, se le viraron los ojos y, mirando hacia el techo de la cafetería, pensó que pudiera haber un hueco por donde poder escapar.
Entonces, en un instante, la camarera pasó por un juego cruel: se le cayó la máscara, y se le puso la cara de quien no sabe qué va a hacer con su vida. 

- A las cinco de la mañana despertó, después de haber estado en un circo (¿cómo era ese circo?Entonces oyó el nocturno rechinar de los muebles, ensanchándose. 

-¡Increíble! Apareció un slide, tatuando a un árbol (?).Yo no entendí nada. Sólo recordé, no sé por qué, la vez que estuve en un super mercado. ¿Slide con recuerdo de super mercado? Mejor me pongo a mirar para otro lado.

Lorenzo García Vega

Thursday, August 26, 2010

Un niño del pasado


Debido a un accidente -probablemente a un terremoto-, el ha terminado siendo esclavo
Al acabar de leer lo anterior, el Lector puede estar seguro de que algunos están trabajando con la arena (¿con la arena del patio?).
El fondo de todo esto -algo, sin duda, semejante a un todo- es el mismo fondo que pudo tener la casa de una abuela, en un pueblo de campo.
Así que lo fractal irrumpe. Hay unas anotaciones, fractales, que hay que descifrar.
(Mi ombligo crece, a medida que me crece la angustia. Sin duda).
Pues lo primero que habrá que contar es que, entrar en un túnel (ya se sabe: es el túnel de toda mi vida), sólo se puede llevar a cabo a través de lo fractal de un texto. 
El que no entiende es porque es muy bruto. Y, ya se sabe, casi todo el mundo es muy bruto.
Pero lo peor no ha sido sólo eso. Lo peor ha venido después.
Molestado entonces por...Molestado por un niño que sucedió hace muchos años. Estaba gritando, o algo así. Yo estaba bañándome. Lo quise detener, quise que se callara. Lo menos que podía hacer ese niño del pasado era callarse. Lo menos.Y entonces, ¡qué terror!, volvió el futuro. Ese futuro, contenido en todos los momentos de mi pasado, que desde hace tanto tiempo estoy teniendo dentro de mí. 

La inminencia de la embolia que ya una vez tuve. Mi futuro. Y empecé con esa trabazón con las palabras, mi lengua que se enredaba. Pero ¿para qué seguir? Yo no tengo por qué seguir. Seguir no me está permitido.

Lorenzo García Vega

Tuesday, August 24, 2010

UN PROLOGO ADMIRABLE





Gestiones y más gestiones. Llevadas a cabo, todas, dentro del ascensor que abre sus puertas para permitirle salir y –de inmediato- entrar, al arquitecto Martínez. 

Sin ninguna duda, ella está usando una peluca; el cirujano la está asesorando, como quien trabaja con un serrucho. 

 ¿A qué se deben las gestiones, en el ascensor, del arquitecto Martínez? La película que tiene como tema a la peluca, es la consecuencia, desastrosa –la desastrosa consecuencia-, de esa operación a la que fue sometida la futura viuda del arquitecto Martínez. 

¿Ella es boliviana, millonaria, y anciana?. Algo de eso se dice sobre la futura viuda del arquitecto. 

Pero, por lo menos, ahora, lo que está sucediendo es lo inconsolable. Lo inconsolable de la señora. 
El cirujano, inconsolable también, intensamente la asiste, y esto con el sólo propósito de hacerla olvidar esa fílmica operación -¿en el cine, cuántas lunetas estaban ocupadas?-, producto de un guión que, entre otras cosas, se propuso darle vida a una peluca amarilla.
¡Se quiere Prólogo más tremendo!


Lorenzo García Vega

Monday, August 23, 2010

de LAS MOSCAS NO SON BUENAS

-Un tren venía a toda mecha, transportando a un ejército. Pero entonces, al mirar hacia lo lejos, lo que vio fue a su difunta madre. ¿Hasta cuándo - se dijo- los seres humanos seguiremos teniendo visiones?

-Soñó, en la siesta que tuvo al mediodía después de haber visto al oculista, que le pegaba con su bastón a la que fue la novia de su juventud.

-El personaje -¿seré yo?- dando vueltas sobre sí mismo en la habitación, ascéptica, donde se ha metido.

-Dar vueltas en torno a la palabra que se ha ido.

-Gran ayuda: lo que le dijo su amigo, el poeta, era como si estuviera destinado para que él lo oyera en ese momento.

-Una vez que la noviecita estuviese dentro de la habitación, cerrarlo todo con pestillo -puertas y ventanas-, para entonces golpear a la noviecita hasta hacerla llorar. ¡Qué frustración no haber podido llevar a cabo ese deseo!

Lorenzo García Vega

Sunday, August 22, 2010


-Una mañana, no sé cómo, desde dentro de mí salió un payaso.
Pero ¿cómo pudo ser eso?
O, dicho de otra manera: ¿ cómo, siendo yo tan seco y roñoso, pudiera tener un payaso dentro de mí? No lo sé.
El payaso gritó, dio saltos, actuó, en fin. Mientras, yo me mantuve inmóvil.
Después, al poco rato, el payaso se fue por un lugar que bien pudiera haber sido el mismo lugar por donde vino. Pero, ¿ cuál fue el lugar por donde vino?
¡Qué raro es todo!
Razón por la cual, terminada esta experiencia, la encapsulé en un email y se la envié a Alba.
Alba, una joven canaria, pintó mi bastón cuando yo estuve en tenerife.
Alba está en Florencia, entrenándose para actuar como payaso ante auditorios de niños enfermos.

-Una ballena llamada Creigh.
Pero, esa ballena no existe. 
O..., más bien existe donde, yo, actúo como un personaje que se siente ofendido, muy ofendido.
¿Por qué ofendido?

Loreno García Vega

-Un carrito del supermercado, construido con tubos fluorescentes de color lila. Meditar sobre esto

-Propósitos: en el paseo por la tarde, recorriendo las calles del barrio, fijarme en aquellos puntos donde, lo feo y destartalado, pudieran transformarse en oníricos desastres.
O sea, como un inventario de lo posible onírico que pudiera ocurrir.

-Caminatas para tratar de cazar ambigüedades, y esto para encontrar argumentos de minicuentos.
¿Esto sería como cazar mariposas?

-Sigue el color blanco. Conserva la luz, procedente del cuarto de baño de un Hotel. en 1934.
Habría que narrar esto.

Lorenzo García Vega

Thursday, August 19, 2010


Tres pestillos sobre un fondo gris verdoso. ¿Cómo se mueven esos pestillos?
Y, ¿si los pestillos se quedan inmóviles,entonces le podemos atribuir alguna historia?

Lorenzo García Vega

Wednesday, August 18, 2010

Viejo/ Incompleto



“Contra la vejez no hay estrategia”, creo que decía Bioy Casares.  
Yo, puedo decirlo, no he renegado de mi vejez. Pero mi imaginación, quizás, ha tratado de aliviarme de ese peso, ofreciéndome proyectos y más proyectos de relatos. Relatos con “personajes viejos”, y con un Home, y hasta con un manicomio de ancianos locos. 

No hay duda, ha sido una diversión literaria. Me he entretenido, inventándole situaciones a viejos, casi siempre locos (y hasta obsesos con el color amarillo).
Tanto me ha llevado eso de fantasear con la vejez, que ahora me pregunto si esto no tuvo un antecedente en aquel extraño magma imaginativo en el que me metí hace años, consistente en una compulsión de ir, todos los días, al lugar donde había una colchoneta vieja, tirada en un solar yermo. Un ritual, sin duda. Y que ahora me está pareciendo respondía a mi enfrentamiento, entonces inconsciente, con la sombra en que la vejez estaba llegando, aunque escondida.  

Entonces ¿sería que, con esta compulsión de pasear hasta el lugar donde estaba una colchoneta vieja, yo estaba como mirando hacia otro lado, o sea, evitando el enfrentamiento (el enfrentamiento que después fue amarillo) con los años que se me venían encima?
No sé. 

Mi sueño, hasta ahora, no parece haberse enterado de esto (tampoco he soñado con lo amarillo). 

Pero anoche, me encontré con un hacinamiento. Un hacinamiento: viejos y más viejos, en un Hospital. 

¿Cuántos viejos había en mi habitación? 
Yo, en medio de todo este hacinamiento, tuve que colocar mi pomo de pídoras, junto a mis papeles, y colocarlo sobre la cama donde estaba un viejo enfermo. 
¡Qué cosa más estrecha! 

Yo quería bañarme -¡bañarme dentro del sueño!-, pero no sabía donde guardar mis papeles. 
¿Fue un sueño de angustia? No lo parecía. Pero lo que sí sucedió es que los viejos, los viejos que, hasta ahora, mi imaginación había jugado con ellos, se han metido en el sueño de verdad, en el sueño nocturno. 

¡Viejo!, me dije al despertar. Viejo, pero sin nunca acabar de ser. ¡Incompleto y extraño! 


Lorenzo García Vega

Tuesday, August 17, 2010

Ella


¿Mujeres con penas raras que se pintan para borrarse? , Paul Eluard lo dijo.
Pero Soleida Ríos, ni se pinta ni se borra: ella se adorna con flores. ¿Volveré a decir que una espada, madera azul, con la luna amarilla? ¿Volveré a decir que una silla, azul también, queda en diagonal?


Soleida, la poeta, es mi amiga, y una vez, en Buenos Aires, nos retratamos debajo de un árbol.




Lorenzo García Vega
en la foto: la poeta Soleida Ríos (Santiago de Cuba, 1950)

Monday, August 16, 2010

Sueño con aforismo

Quien murió hace unos días (en el momento de su muerte yo, que acababa de despertar, sentí algo malo le estaba sucediendo), ahora está en la cárcel.
Muerto y en la cárcel.
Le prometen una rebaja en la condena, si acepta actuar en una obra del teatro griego. Lo único que tendría que hacer es aparecer con un ánfora, y servir el vino a los del coro.
Aunque al principio se negó, ahora se ha decidido colaborar.

Al mediodía, un hombre se aproximó a la taquillera de un cine, para ofrecerle una buena cantidad de tickets.
¿Tickets para que la taquillera los reparta?
Me doy cuenta de que todo está como sucediendo al revés, y entonces me despierto.

Quizás yo, en este blog, ya he hablado sobre la rectitud de un fondo de silencio.
Tendré que comprobar...
¿Habré ya escrito, también, sobre una ninguna mano que no quema nada?
Tres líneas crema. Dos líneas azules. Fondo gris. Un aforismo. ¿Por qué no voy hasta el blog, y verifico si he escrito sobre esto? ¿Es que estoy volviendo a decir lo que ya dije?
¿En qué haraganería estoy metido?

Lorenzo García Vega

Sunday, August 15, 2010

Y este domingo finaliza, y llueve.
¡Qué inquietud! Persigo, estoy persiguiendo. Pero ¿persiguiendo lo minúsculo? ¿Qué puede ser?
La hojita negra, o la sombra negra de la hojita negra.
Pequeña.
Puede desaparecer.
Además, es como si existiera dentro del agua (¿El agua, también, está dentro de mí?)
Yo me agito. Inmóvil me inquieto. Yo soy otro y me agito.
Pues, ahora lo sé, el otro está dentro de mí.
Huidizo, el otro es lo que corre y se escapa.
Una hojita negra, o la sombra negra de la hojita negra.
Y es como si - sin que tenga ninguna esperanza-, sintiera la paradoja de poder alcanza, lo que siempre se escapa.
¿Hay algo en mí? ¿Algo con lo que pudiera contar? Pero ¿cómo es posible, ya que el dolor es lo único que hay, decir que se puede contar con algo?

Lorenzo García Vega


-Reciclar y reciclar. No olvidarse de reciclar.
Cosas que se me han olvidado.
Quisiera manipular los olvidos, hasta convertirlos en textos reciclables.

-Son unos secretos pulsos que habría que averiguar. ¿Cómo?
¿Caminando –inmóvil-, hacia qué lado? A veces, no sé si conservo mis ojos.

-¿Yo tengo espíritu? Pero, si lo tengo, ¿sólo, como vacío, mi espíritu se manifiesta?

Lorenzo García Vega

¿ES QUE QUEDA ALGUNA NOSTALGIA?


Ese ruido: paso del avión, en la mañana.


¡Tan viejo ese ruido, tan gastado.
Te escondiste, pero eso, esconderse, ya no tiene sentido. 
Una vez miraste, como quien creía que miraba.
El montón de cuentos que hubo, ahora puedes saber que se han perdido.
Supiste, quizás, alguna vez estar solo.
Pero esa manera ahora, cuando te afeitas, de mirarte la cara. Y no sé, no sé que te vas a hacer, con tu no saber nada de nada. Eso sí que no tiene solución. Regresaste, y se te olvidó que habías regresado.
Lorenzo García Vega

Saturday, August 14, 2010

Un niño

Todo el tiempo (¿toda la vida?) se le da vueltas a eso que, a veces, bien puede ser un forro, o un poste en medio de la calle arrojando blanda luz sobre un sueño que si no tuviera un zipper de por medio se dejaría ver. Y hasta querer.

Entonces, la vida aparece como un cúmulo de vueltas encaramada en sendas escaleras, muy largas y que no nos llevan a ninguna parte.

Puede que en los últimos meses haya desarrollado cierto miedo a los sueños. O quizás lo que me asuste sea este extraño compromiso que me he propuesto de narrarlos, de escribirlos, de repasarlos. Pues se comienzan a perfilar unos rostros que en la imagen de la noche son sólo rostros cerrados por un zipper. Y entonces uno encuentra, a veces, sin buscar mucho, uno encuentra estatuas abiertas con colgalejos que no pegan. Y una se pregunta qué coño tiene que ver una estatua abierta (¿y qué quiero decir cuando digo estatua abierta?), con un colgalejo, que en verdad es como una cinta de zipper. Entonces es como si se cerrara el tiempo, mágicamente, por la mera aparición de unas cintas colgando de una estatua abierta.

Puede que la estatua abierta sea el formato de la esperanza. Puede que ésta sea mi idea de un túnel abierto, que se deje visitar aunque sea un poco, por la luz del poste que dejé abandonado en medio de una calle. Por ahí también, por el túnel generoso, se escuchan los ladridos de un perro.

A mi lo devastado no me llega con las ruinas de un hotel, sino con una casita de árbol. No ha pasado tanto tiempo, pero esa casita se ha perdido en el tiempo de un zipper cerrado. Es una casita que se podría encontrar en el fondo de un hoyo negro. Y ahí está el niño, un niño muy bonito, sabiéndose bonito, con su camisa de gente grande, toda abotonada. El cuellito firme, muy bien planchado, y unos zapatitos tan lustrosos que dan risa. ¿En dónde está ese niño? ¿A dónde se han ido los compañeros de juegos de las casitas de árbol? Es que hoy, sin este niño, yo no me encuentro.

Margarita Pintado 

Forro/zipper

La esperanza existió. O parece que existió.
Quedó intacta, ¿qué?: la esperanza sobre un fondo que no tiene sentido.
Recorro calles de una ciudad, calificable como la ciudad del destartalo.
Ruinas habitables. Así fue, ruinas en las que podía vivir.
¿Hubo un momento –los primeros años de la década del 60- en que, con la caída de un horrible pasado, se soñó que se podría vivir en lo pobre de unas ruinas habitables –recuerdo el Hotel San Luis-?
Pero ¿a qué viene todo esto que estoy diciendo? ¿Qué cosa es una esperanza inexistente? Y –década del 60- ¿cómo pude soñar que podría vivir bajo las ruinas de un pasado horrible?
En este blog, en la anotación correspondiente al Agosto 10, hablé de un sueño donde un forro y un zipper. Un sueño donde me asaltó el miedo.
Ahora, en el sueño de anoche, ha aparecido la esperanza petrificada y unas ruinas –el Hotel San Luis-, pero, al apuntarlo aquí, me doy cuenta que este sueño se vincula con el que tuve en Agosto 10.
Pero, ¿es que alguna vez tuve una esperanza? No sé qué decir. Pero ¿por qué ha aparecido una esperanza, enterrada dentro de un sueño?
¿Es que, la esperanza que nunca se realizó, ha podido quedar atrapada, o como metida dentro de un túnel que el sueño me ha hecho ver?
¿Un túnel al que se puede llegar? ¿Un túnel que ha empezado como un forro, como un zipper?
Pero ¿por qué el sueño me ha mostrado ese túnel? ¿Qué sentido tiene un túnel con una esperanza que no existe?
Parece como si, dentro de mí, hubiese una arqueología de lo que nunca existió, pero que no deja de estar ahí
Pero ¿es válido hablar de lo que no se podrá encontrar?
¿Es que el sueño puede, con su arqueología, levantar un Hotel San Luis devastado?
Pero ¿es que mi cuadratura del círculo consiste en querer convertir, en discurso consciente, lo que sólo es un borbotón del inconsciente?
Y es que, como se puede ver, trato de describir un sueño, y empatarlo con otro sueño, con forro, anterior, pero no lo puedo hacer: sólo quedo dándole vueltas al intento de convertir en discurso a lo que sólo es un fragmento onírico.

Lorenzo García Vega






“Let us leave / theories there and / return to here’s / hear”, dijo Joyce en el Finnegans Wake. 
Y esto hay que explicarlo. 
Veamos. 
Explicar lo que se puede saber de un reloj despertador. 
Veamos. 
 INDUSTRIA 
Veamos. 
Es así como una echadora de cartas recomienda los blancos residuos, extraídos del cerebro –cerebro diorama- de un desgraciado, insignificante, vecino.  También recomienda, la echadora de cartas que, por ninguna razón, se confunda paisaje con diorama.  
El que quiera entender, entonces, que entienda.  Lo que puede saber un reloj despertador, es si se puede destilar “el agua de la modestia”, y cómo. Como se ve, yo estoy intentando un juego, pero no lo sé jugar. Vivo una vida absolutamente sin sentido, y fui al cine hoy, por el mediodía. 
Lorenzo García Vega

Thursday, August 12, 2010

Gracias por venir

Capas y capas. Cascadas de capas cayendo en cuerpo. Capas. 
La palabra "cuero"viene ocurriendo hace algún tiempo. La cercanía de la muerte, dice. El sueño y una angustia azul. 
Hoy bajé las escaleras como casi siempre, esperando que algo me pasara. Tenía sueño, aunque ya eran las 12 del medio día. El sueño me cubre toda estos días. Casi como un olvido, se pudo recordar lo azul. Lo azul como angustia. Y mientras pensaba en lo azul, algo amarillo pasó volando. Una mariposa. Mi mamá decía que las mariposas amarillas traían noticias de muerte. Nunca me he tomado eso muy en serio, pero siempre me acuerdo.

Alas azules en puntos negros. Alas azules aleteando lo débil, lo flaquito, lo que ya casi no se mueve. 
Le dije que viniera. Dejó lo que estaba haciendo, y se paró a mi lado a ver la mariposa de las alas azules. Yo pensé que se moría.  Las alas, como dos llamitas de seda, apagadas, casi no batían. La frágil azulada, boca abajo sobre las hojas. Me fui y la dejé sola. Yo no sé lo que es la muerte, por lo que, no sabría decir si eso que vi era la muerte. Tampoco sé qué será la muerte para una mariposa. 

Entonces, el azul muriendo lento me hizo recordar su angustia azul de antaño, y su natural obsesión con la cercanía de la muerte. Yo tengo 29 años, ya lo he dicho, y me siento lejos de la muerte. Pero se sabe que está ahí. Se sabe que ronda. Se sabe que cuando nos detenemos frente a lo vivo que deja de latir, la muerte se parece demasiado a nosotros. A mi también. Es fácil fundirse con la muerte a veces. 


Y mientras escribo esto escucho un disco de Cerati, el cantante argentino que, posiblemente Lorenzo no conoce, y que se está muriendo, ahora mismo, en un hospital. La verdad es que hace un par de meses que se muere. ¿Cómo será estar en coma? Debe ser parcido a vivir dentro de un zipper, o metido en las entrañas de un sofá, escuchando los maullidos de unos gatitos, y por encima, una musiquita como de carrito de helados. "Cruza el amor, yo cruzaré los dedos. Y gracias por venir. Gracias por venir. Adorable puente, se ha quedado entre los dos," dice Cerati en la canción que escucho, canción azul, bocanada azul, más que nunca llena de muerte, mientras escribo esto.

Margarita Pintado

Cocodrilo

¿Cuál fue el Drácula en español que vi en mi niñez, en el Cine Mendía de Jagüey Grande? ¿Eran Carlos Villarías y Lupita Tovar, los actores? Había un carro fúnebre, corriendo por unas noche oscura.
Ese carro es el que nunca se me ha olvidado.
Hoy, al despertar, volví a sentir el ruido de ese carro.
¡Un Drácula en español, al comienzo de mi vida!

Después, me volví a dormir y aparecieron cabillas que eran utilizadas como lanzas. ¿Quiénes utilizaban esas cabillas?
El sueño duró muy poco, y durante el día he estado metido en lo semejante a un hueco oscuro.

Y esto no es un sueño. Estos son tres Ministros extraídos de un tebeo. Ministros que observan la llegada de otro Ministro tebeo.
Esto se podría convertir en un minicuento donde dijera que las dos partes de una tela cortada, se convertía en dos asientos, de cartón, y con el mismo tamaño.
¿Nada más que esto? ¿Por qué se me ha ocurrido esto?
Repito: durante el día he estado metido dentro de un hueco oscuro. Ha sido un día muy angustioso.

Después, he querido divertirme, imaginando al patafísico cocodrilo Lutembi, anotando los gestos de un hombre disparando, mientras una minúsucla luna salía corriendo. Pero esto no me ha servido para nada.

Lorenzo García Vega 

Wednesday, August 11, 2010





Desciendo de un auto. Al descender veo que, frente a mí, está la puerta de un auto. Puerta que también puede ser una casa (?), o la simulación de una casa. ¿Una casa, detrás de la puerta del auto? No entiendo, no podré entender.  La puerta se extiende. Se convierte en una vidriera.  Refleja, el cristal de la vidriera, una hermosa sombra. Esa sombra –sombra hecha como con cristales- está en un lugar de antes, en una ciudad.  ¿Es que yo, en mi juventud, soñé con poder llegar a un lugar con cristales y sombras? ¿Es que yo, hace muchos años, estuve donde había un alucinante cristal, lleno de sombras? Y en el sueño anterior, cuando luché con forro y zipper, había como unos gotas sombrías. Pero lo extraño del asunto es que esas gotas sombrías (¿gotas como de cristal negro?), vuelven a aparecer en este sueño, tal como si fueran la atmósfera que rodea a la puerta.  Me relato un número 4, y esto me despierta el deseo de una figura geométrica de color lila. – Explicar esto, en un minicuento. “El bloguista, en realidad, es un mártir cotidiano”, parece que ha dicho Fernando Arrabal. Y, por último, sé que me gustaría escribir un minicuento donde se encontrase una bicicleta dentro de un cementerio viejo. Este cuento lo titularía “El castrado que subió la torre”. 
Lorenzo García Vega