¿Y qué estamos haciendo aquí?

Pues no se sabe bien, pero resulta que al escritor Lorenzo García Vega le ha dado por intentar una novela conmigo, una estudiante graduada quien intenta, entre otras cosas, escribir una tesis sobre la vida y la obra de este señor que ahora es mi amigo. Lo que irá apareciendo aquí es, en palabras de Lorenzo: "un zuihitsu en el que fuéramos relatando, a la manera de un diario en email, el relato de nuestra relación (una relación establecida por motivo de una tesis, pero donde, lo que estaría, fuera el invento que haríamos, tú y yo, de nuestro pasado y de nosotros mismos, como dos personajes de generaciones distintas que tratan de encontrarse, inventándose."

Sunday, August 29, 2010

Puertas

De las puertas no se habla mucho, pero yo las tengo en la cabeza todo el tiempo. Repasando, yo, las puertas. Casi todas haciendo esa mueca que a veces imitamos. Entreabiertas, ellas. Muy bien puestas, amenazando con el cierre final, o con la total apertura. A veces me da con imaginar una puerta cerrada con zipper. 

Pienso en los pestillos echados a correr. Barritas de metal hartas de su click, y de su clack. Y pienso, también, en unas ramitas de árbol moviéndose en ausencia de viento.

La niña se ha puesto sus ojos. Y ahora todo le sale al revés. Y la colchoneta que él visitaba se ha convertido en la pileta a la que yo me he vuelto adicta. Todos saben de mis desvíos, pero nadie dice nada. Lo mudo, también, ha hecho su entrada. Alguien olvidó cerrar la puerta. El olvido siempre supo manipular al hombre. Entonces es lo azul maltratado por tanta hoja caída de los árboles. Verde como en detalle, resbalando en fondo azul, ahogándose casi. El cielo, como la puerta, entreabierto, disparando pájaros y mariposas.

He vuelto al primer capítulo y a la Suite. ¿Habrá algo más raro que regresar a la voz, a la nuestra voz de antaño, como envuelta en lo sephia? Todo como en estuche cerrado, todo como echando los pestillos en fondo verde de campo viejo. Casitas envenenadas de sueño. Bailan, ellas, como las faldas de las muchachas en fiesta de pueblo. Pero las faldas también han echado sus pestillos. Diluvio estremecido de raíces sombrías rodando en fango antiguo, allá, en el 1936. 

Creo, de súbito en la verdad del collage como la única verdad posible. Y como el único principio del Laberinto. Creo que debe ser lindo hallarse, extraño e incompleto, en la superficie de una línea azul sobre fondo crema, molestando palabras.

Margarita Pintado

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