Penumbra en pleno sol agitándose con golpe suave, traída por los pelos hasta aquí. La almohada hierve sueños de mentira. Un montón de rostros que no sé. Un manojo de palabritas que sólo podrían tener sentido en la imaginación de otro. Loco y sonámbulo.
Una ventana oscura y abierta. Vestidos de verano secándose afuera. Solazo rasca colores. Abanico tuerce pedacitos de un viento enlatado moliendo la piel.
Y mi madre llama desde un balcón cualquiera, en una playa cualquiera, para decirme que no hay mar más bonito que el que tiene de frente ahora. ¿Crueldad maternal, o estímulo solidario atravesado por lo tremendamente peligroso de lo sensorial? Su voz desde el teléfono, lacerada por cables invisibles, repitiendo la palabra “mar”.
Margarita Pintado
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