Yo no estoy muy decidido a emprenderla con una taza de café.
Yo quizás, nunca, me decida a inventar una taza de café.
Yo nunca soñé – lo que se dice soñar- una taza de café.
Yo tampoco he soñado con cuervos, ni he soñado con tijeras que manipularan los cuervos.
Una taza de café, repito, ha sido lo que no he sabido hacer.
Quizás en mi infancia, en Jagüey Grande, soñé una piñata en medio del patio, pero de eso nunca estaré seguro (había, de eso sí me acuerdo, una pila).
Para inventar un árbol, no sé por qué, yo tendría que inventar una taza de café.
Pero lo raro, lo que nunca podría conseguir, es extender la tela –una flora resumida en una yagua- donde algunos caracoles –viejos caracoles- tendrían el color enfermizo de un algo, cremoso por necesidad.
Y es que, lo interesante sería es que, el árbol que está frente a la ventana de mi cuarto, dejara traducir un vacío (Esta, aunque no me lo confiese, es una de mis más persistentes obsesiones).
Pero, ya se sabe, yo no sé dibujar.
Todo lo que no he cumplido se volvió, por no haberlo sabido hacer, blanco.
Puede ser una larga enumeración.
No fue un Lunes, ni tampoco en ningún Mercado.
Repito, puede haber sido una larga enumeración.
DIRECTORIO DE UN PURGATORIO
Esclavo me he sentido desde ese entonces.
Sumido entre flores sin ningún valor.
¡A esto sí que se le puede llamar nonsense!
En otras ocasiones me reí. Esto quedó registrado en algún Directorio de un Purgatorio. Actualmente, no creo que me río.
Mata-Hari –lo supe cuando, de niño, iba al cine-, tenía grandes ojeras -¿de color violeta?-.
Matusalén, también, era un viejo muy entendido (sobre todo en humanidades).
(“Como los viejos que en el Home se odian”, es lo que suelo repetir).
Filosofía, sí que no voy a extraer de todo lo que estoy diciendo.
Hoy es un día bonito.
Lorenzo García Vega
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