Una familia maldita. Un grupo maldito.
Girando dentro de un hospedaje en ruinas, lugar donde todo puede suceder.
Manchas de sangre.
A veces el cuerpo se precibe como un barro blanco –demasiado blanco- y húmedo.
Este hospedaje tiene una relación con el prostíbulo que, repetidamente, se me aparece.
Lo espectral. Sugiere la posibilidad de encontrar una playa, y al lado de esa playa, una ciudad que fue: escondida y tenebrosa, ya.
Hay lugares de La Habana: la Plaza del Mercado, la calle Benjumeda, Cuatro Caminos.
Por último, aparece María Luisa Milanés, no como la poeta suicida que fue, sino como la amada de un pintor -¿pintor de una lluvia a lo lejos?- que no existió.
Cuando despierte, trataré de encontrarme con la ciudad perdida para indagar sobre su relación con el prostíbulo repetido.
Lorenzo García Vega
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