Luces pequeñas, asomando cabecitas de colores. La noche con sus brillos, como con guantes de seda, trepando angustias de hombros. Hace tiempo ya. Que ni el frío ni el calor, que ni las alas de hierro, ni las plumas más livianas, van diciendo sus preguntas como en lluvia de cerbatanas.
Pero las luces, con sus dedos halados, forrándome los pies con ese color que a veces se sale de las voces de unos niños cantores bajando por la montaña que hay detrás de mi casa. Pues todo está, úlimamente, como atrapado en cintas de colores. Rueda un film navideño. Y atrapada como estoy, me invento una nueva forma del neón.
Un vivir, un sentir, un dormir, un soñar, y hasta un escribir, sólo en neón
¿Conciencia amarilla? ¿Caminito de arena?
Ventana boca abajo escupiendo insignificancias de sol.
Parece mentira el paisaje: una playa, un cuadrito azul, un punto dorado, un escondite blanco debajo de lo azul, un deseo verde. Un humildemente querer sustraerse, borrarse un poco, empezando por los pies, de estas arenas movedizas en donde todo quiere luz, en donde todo pide luz, en donde todo se muere sin este claror, en donde
todos
todos
todos
enfermos están de neón.
Margarita Pintado
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