-El rey del frío. ¡El Rey del Frío!
Este Rey tendrá que ser sometido a un examen.
-OCULAR. Así mismo. En letras grandes. Y por una de esas letras aparece la foto de Pablo de Cuba Soria.
-Sale del marco de una puerta. Se desdobla.
O, lo que es lo mismo, oye, en la misma puerta, algunos ruidos.
Grita, entonces.
Es una horrible pesadilla donde, en la siesta del Sábado, alguien se propone entrar.
-En la casa de la Abuela, que estuvo en el pasado,
Duerme con la madre, y siente la extrañeza de ese hecho.
Se levanta. Sale. Camina por las calles del pueblo.
Al regresar –entra por la cocina de la casa de la Abuela-, encuentra que la madre, muerta ya hace algunos años, está al borde de un stroke: le giran los ojos, le giran los labios.
Además, todo gira en torno a la cocina de la Abuela. Y, como se está al borde de la pesadilla, todo puede convertirse en lo horrible.
No se puede dejar de señalar que, indudablemente, no deja de ser una nota draculesca ese girar de los ojos, y de los labios, de la madre.
Pero, sobre todo, lo que horroriza es el dormir con la madre. Solo y durmiendo con la madre. La casa de la Abuela se ha vuelto el lugar del horror.
(La artritis que siento es espantosa. Tengo miedo a que me sobrevenga un stroke. Tengo miedo a lo horrible del incesto. ¡La muerte como incesto!).
Se me ha dificultado entrar por la puerta de la casa de mi Abuela. Lluvioso, el pueblo de mi infancia está absolutamente vacío. Así que fue, entonces, que entré por la cocina para, así, encontrar a mi madre enferma. Enferma, pero debido a una fantasía procedente del temor al incesto.
El pueblo de mi infancia, repito, está bajo la tempestad; está lleno de vacío; no existe.
Repito que, por la artritis que estoy padeciendo, temo me sobrevenga un stroke.
¡La muerte como incesto!
Lorenzo García Vega
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