Era el viento. Lo que reunía, incongruentemente, las piezas de un rostro. Vertido todo hacia dentro. Un puente anciano. Cada pisada amenaza con quebrarte. Cada pisada, tentando un precipicio. Y nosotros, del otro lado del río (sí, un río unútil bebiendo coordenadas amarillas) esperando entrar en ese patio imaginado-soñado-fantasmeado-sitiado que se ha instalado aquí: ahora todos podemos meternos en el blog. Ayudados por algunas imágenes con las que todavía no he jugado. Imágenes estas que uno no sabe en dónde meter.
Porque la marea hace un tiempo que viene trayendo cosas, ofrendas fuera de lugar.
Hace unos meses un venado mojado, un venado que no existe, mojaba con sus patitas temblorosas la arena de una playa. Yo lo vi. Yo recuerdo esa playa. Yo también fui una muchacha en una isla. Por eso sé que no es cierto. ¿Quién ha visto venados nadando en una playa?
http://www.youtube.com/watch?v=a5eIBS8HX4UPero lo absurdo no termina aquí, pues resulta que hoy apareció un piano de cola en una playa de Miami. Y dice la nota del periódico que por ahora, el piano de unas 650 libras (nadie sabe cómo llegó hasta allí) se ha convertido en refugio para las gaviotas. Entonces, se me ocurre que esto está íntimamente vinculado al blog. El venado y el piano: un reguero, los personajes de esa estación suya, en espera, quizá, de unos rinocerontes con cara de hipopótamos.
Del pozo seguirán saliendo fábulas. Yo lo sé.
Y también sé que no habrá más noche. Y que él y yo somos como dos estatuillas sembradas en un patio albino. Lo posible. Un dibujo en ciernes arañando la casa. Nadando con unos venados imposibles. Tocando de oídas un piano de cola que espera, impasible, en una era imaginaria.
Margarita Pintado
No comments:
Post a Comment