¿Y qué estamos haciendo aquí?

Pues no se sabe bien, pero resulta que al escritor Lorenzo García Vega le ha dado por intentar una novela conmigo, una estudiante graduada quien intenta, entre otras cosas, escribir una tesis sobre la vida y la obra de este señor que ahora es mi amigo. Lo que irá apareciendo aquí es, en palabras de Lorenzo: "un zuihitsu en el que fuéramos relatando, a la manera de un diario en email, el relato de nuestra relación (una relación establecida por motivo de una tesis, pero donde, lo que estaría, fuera el invento que haríamos, tú y yo, de nuestro pasado y de nosotros mismos, como dos personajes de generaciones distintas que tratan de encontrarse, inventándose."

Saturday, January 8, 2011

los tíos y la ruina


¿Y cómo sería vivir en un país ocupado sólo por tíos que fuman, y construyen casitas? Porque yo también tuve un tío, y ahora la verdad de los tíos aparece como la única verdad posible, y como con una coronita de humo. Porque como es natural, mi tío, el tío Pablo, también fumaba. Y arreglaba cosas en una casita que había empezado por ser sólo la casita en donde se arreglaban estas cosas (televisores, radios, grabadoras, máquinas que yo ya nunca sabré qué eran), pero que después de un tiempo, se convirtió en su único hogar. Y todos presentimos que mi tío se iba adentrando a un mundo turbio, oscuro, en donde su mutismo competía con el ruido de sus manos, y el de los objetos que se iban arreglando. ¿Se objetificó el tío Pablo? No se sabe. Hace tiempo no se sabe que fue del tío Pablo. A veces nos llegan noticias desde algún lugar de la Florida. Entonces, ahora que Lorenzo recuerda a su tío Alejandro, yo recuerdo a mi tío Pablo, y recuerdo sus múltiples revistas de mecánica, y recuerdo los platos grandes de arroz que se servía, y recuerdo como la suma y la resta eran para él lo más crecano a la poesía; lo recuerdo siempre, buscando una pregunta que lo atara a la familia, o a un árbol, o a la esquina de una calle. Pero nada sacudía al tío. Tan lejano siempre, y nosotros, todos, tan enamorados de esa lejanía. 

Así que en el principio, fue un tío. ¿Y qué habrá sido de aquella casita? ¿Se encontrará de frente, en alguna cifra del tiempo que desconocemos, con la casita del tío Alejandro? ¿Podrá un dibujo de elefante hacerle compañía a un televisor averiado? ¿Podrá la ruina atravesar toda esta maraña de recuerdos que no acaban de dar pie con bola? ¿Podrá esta bola (¿de ping-pong?) patear al elefante? Todo irrisado. 

Lo veo también a él: un tío Alejandro construyendo casitas para abandonarlas, un tío, mirando de reojo una casita, como quien mira un país lejano, y negándose la entrada. Los papeles muertos de frío tropical, ablandándose en su soledad.

Aquí está el origen de todas las cosas, de todos los oficios, de todos los fracasos, de todas esas historias que no llegan nunca a un final.

Entonces, todo está hecho de ruinas. Trepando paredes de casita. Mordiéndote las manos. Quemándome los ojos. Juntándose en esta como sed que sólo puede emerger de la oscuridad neón de un pozo.

Margarita Pintado

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