¿Y qué estamos haciendo aquí?

Pues no se sabe bien, pero resulta que al escritor Lorenzo García Vega le ha dado por intentar una novela conmigo, una estudiante graduada quien intenta, entre otras cosas, escribir una tesis sobre la vida y la obra de este señor que ahora es mi amigo. Lo que irá apareciendo aquí es, en palabras de Lorenzo: "un zuihitsu en el que fuéramos relatando, a la manera de un diario en email, el relato de nuestra relación (una relación establecida por motivo de una tesis, pero donde, lo que estaría, fuera el invento que haríamos, tú y yo, de nuestro pasado y de nosotros mismos, como dos personajes de generaciones distintas que tratan de encontrarse, inventándose."

Monday, May 31, 2010

Se unió, en el sueño, la figura histórica de Pancho Villa con la prima anciana que ya está entrando por el alzheimer.
Pese a mi operación de catarata, el oculista encontró disminuída mi visión –me recomiendó me sometiera al rayo lázer.
Visto, a través de las encristaladas ventanas de la oficina del oculista, ha estado lo gris y ventoso.
Entonces, repetidamente, choquó mi bastón contra el piso.
Choqué el bastón, y pensé en lo siguente:
-disminuídos los 2 camellos, hasta ser metidos dentro de una cajita;
-esos vestidos azules, designan algunos sonidos como el rumor de las alas del ángel Gabriel;
- un relato muy cómico, instalado sobre el posible riel metafísico que bien pudiera paralelizarse con la reducción de los camellos;
- hasta la caída de lo rosado, por lo que, entonces, sobrevendría la historia que alguna vez se vivió.
Un periodista, ex-preso político, ha pasado por muchas enfermedades, vive en un cayo, y es amigo de la hermana de Marta, quien lo saluda mientras esperamos, sentados en unas butacas rechinantes - demasiado rechinantes-.
Fue notable la caída de lo rosado, en la consulta del oculista/
Y esto que te envío, no tiene nada que ver con tu tesis, por supuesto, pero sí tiene que ver con el juego de ping-pong. Así que inclúyelo en el blog. Está tronando, y es la noche mayo 29. Espero que pase un avión.


Lorenzo García Vega

Sunday, May 30, 2010

Títeres.

“Al fin, la ausencia también tiene ojos.” (Cetrería del títere)

¿Qué cosa podría vencer al suave estar de una sombra? ¿Qué, a las marcas de tantos vasos en esta mesa de hoy, en la que escribo? Esta casa no es mía, pero la historia de esos círculos, yo creo, puede culminar en la punta de mis dedos. Círculos, huellas de unos vasos en las que se encuentra implicada la historia de aquella mesa en la que mi mamá me sentaba para que dibujara soles. Y montañas, y a veces, en los días de inspiración de niña de ocho años, hasta pájaros quemándose las alas.

Ya no tengo ocho años, pero ayer tuve que buscar la palabra cetrería. Sí, claro, con un poco de vergüenza. Y tuve que saber que cetrería es el arte de cazar con aves rapaces. Y quise empezar diciendo que lo real no sabe cómo mirarle los ojos a un fantasma. Y cuando digo "lo real" es como si quisiera decir “la casa”, o “el gato estirándose sobre mis papeles" en este día, 30 de mayo, en Atlanta. Pensando en lo real con el blanco del edificio que se mete por la ventana. Demasiadas ventanas hoy, en esta casa. Y yo he decidio comenzar a escribir de esta Cetrería con la palabra comenzar. Y ahora se hará un breve paréntesis con ciertas citas de una Cetrería que comienza, otra vez, después de cincuenta años, después de ser casi suprimida, convertida en una paradoja de cenizas: (“Era espléndida esta búsqueda del comienzo, de todos los comienzos” (Siesta de hotel). “Volvía al hilo de sus bolsillos, de su rumia. Por ahí podía quedar algún comienzo… Comenzaba por todos los principios” (Pequeño Sucedido). “Ese poco rincón de su calle San Nicolás, donde siempre le quedaron flojos los comienzos” (Escasa Fábula). “Advierto, que no puedo dejar caer ningún comienzo” (El Álbum).

Es que en el principio, fue el comienzo. Como una ansiosa voluntad desintegradora. Como un buscarle el ombligo a cada paisaje, vigiliado o soñado. Como eso único que podría traer de vuelta un “pequeño punto con un ramito de sombra” en un rincón, un rincón cualquiera, aquí o allá, abierto como una gaveta mal cerrada, entre una cama y una ventana.

He tratado varios comienzos para hablar de esta Cetrería de títere, que es como la suma de muchos negativos que explotan, finalmente, en el positivo de una foto. Objetos soñados rompiendo una vigilia. Sueño soñado en vigilia de las cosas. ¿Cosas vigiladas desde el sueño? ¿Vigilias soñadas por una silla, por una maderita abriendo un libro, por una pobre muñeca olvidada? Algunas cosas no se saben bien. No se saben nunca, y más nunca se sabrán. Pero algunas cosas se fijan, sí, como las manchas en una pared en la que yo no recosté, ni mi espalda ni mi mirada, pero una mancha en una pared como la mancha que dejó la humedad de unos vasos en la mesa de una casa en la que yo dibujé soles y montañas. Cazar historias. ¿Vivir fantasma? ¿Marioneta con halcón? ¿Qué cosas puede cazar un títere?

Entonces, sólo, poder remitir las cosas que me persiguen, las cosas que sé, me perseguirán a mi, a Margarita, luego de leer esta Cetrería:

1. Un personaje abandonando una ventana. Un personaje que puede ser mi tío Alberto, o mi tío Andy, martillando algún pedazo de madera frente a esa casa que fue mía.
2. El rostro de Ana convertido en un terrible mapa de puntos rojos. El rostro de mi hermana, acribillado por la varicela. Yo las conté. Tenía diez años, ella tenía once. Eran, fueron 64 puntos rojos en su cara.
3. El reflejo del bigote de mi padre frente a un vidrio. Detrás del vidrio, hay dulces. Yo, muy pequeña, adivinando qué dulces pedirá.
4. Un libro de la bella durmiente. Un libro con hilos. Halar un hilo, ver el rostro de la bella, halar otro hilo, ver el lecho de rosas en el que caía su melena rubia. Un libro y un príncipe que aparecía al contacto de otro hilo.
5. Un sueño de flamboyán. Un sueño como fuego. Yo, trepándome en la rama más alta de ese árbol que iba dejando flores muertas alrededor de la casa. Es un sueño en el que no pasa nada. Sólo una niña encaramada en la punta de un árbol.


Margarita Pintado

Saturday, May 29, 2010

Mayo 29, 2010. Cetrería del títere.

Margarita, me dices que has encontrado la Cetrería del títere y yo me revuelvo, me endemonio (no sería bonito contar los detalles de lo que quiero decir con esto), y me vuelvo a meter en una de las calderas infernales de mi juventud.
Raro, rarísímo, endemoniado asunto.

Después de publicada mi Cetrería, sentí no sólo haber fracasado, sino haberme metido en un callejón sin salida.
No sé, no supe lo que había pasado. Y eso, hasta el punto de, a veces, pensar en la posibilidad de suprimir la Cetrería de mi bibliografía.
Pero ahora...
Ahora, con tu juego de ping-pong, me decidí a leer la Cetrería -siempre, intentarlo, me ha sido imposible-, y he empezado con el cuento final, clave, el Caballero del Frío.

Raro, rarísimo, endemoniado asunto, vuelvo a decir -yo siempre repito-.
O sea, ha pasado que con una de las jugadas del ping-pong, me encuentro conque no puedo prescindir de la Cetrería, mi libro malo (otro libro malo mío, es Espacio para lo huyuyo)
Esa Cetrería fracasada, o esa Cetrería callejón sin salida, es mi magma, el magma conque me encontré en mi juventud (un momento en que, miembro del hermético grupo Orígenes, fracasé en mis amores con una cantante de boleros en un restaurant de un barrio habanero -algo de eso lo he contado en Los años de Orígenes-)
Así que, en el momento en que lo hice, no podía haber escrito otro libro que la Cetrería.
Así que, Cetrería (¡pero ahora, después de una autobiografía, y con ochenta y tres años, es que llego a esa conclusión¡) es el magma que está detrás de todas las experiencias que he intentado, y que sigo intentando.

¡Qué raro descubrimiento! ¿Una consecuencia de haberme decidido a jugar ping-pong? Un descubrimiento donde he vuelto a revivir, en estos días, aquel infierno en que viví durante los años de la Cetrería.
Y, no sé. Margarita. Como tú, tesitereando, te has metido en mi dharma, ahora quisiera que te fijaras en mi Cetrería.
Me interesaría -eso me ayudaría- que me dijeras lo que el magma no resuelto de mi Cetrería puede significar para alguien de tu generación.
Es que, Margarita, yo escribí un disparate, pero tengo que acabar de saber por qué yo tuve que escribir un disparate. Quizás tú puedas decirme algo.
Y es que, repito -yo siempre repito-, ya ahora sí que no puedo suprimir la Cetrería, ya que sería como alejarme del magma.

Lorenzo García Vega

Friday, May 28, 2010

Mayo 28, 2010. Llega la Cetrería.

Escribo una tesis de oídas (como dice Lorenzo que a veces le pasa con algunos temas de los que no sabe saber, pero que sí saber ver, y ese es otro lío al que no le voy a meter mano ahora porque me tengo que mudar y tengo que meter cosas en cajas). Existen varios factores para que esta tesis sea así, de oídas, como por ejemplo, que cada vez que necesito uno de los libros de Lorenzo el libro x no aparece. Punto. No está en la biblioteca, mucho menos está en Amazon. En ningún lado, por lo que, el advisor de esta tesis me ha dicho que debo incluir en el primer capitulo o en la introducción, los trágicos pormenores de dar con estos libros. Menos mal que Lorenzo me surtió. Pero faltaba este.

Ellos siempre vuelven. Los libros. Son como redivivos. El libro en cuestión se llama Cetrería del títere. Lo pedí hace como un mes. Llegó hoy. Y eso me lleno de alegría porque Cetrería es uno de esos libros que Lorenzo todavía no entiende bien. Eso me dijo. Que había algo que no cuadraba, una cosa no resuelta allí.

Pues llegó, repito, una Cetrería del títere del 1960, con una dedicatoria a Armando Lorreia Pacheco, quien, según Lorenzo, nunca existió. Sí, entonces esto es muy extraño.

Mi próximo post será sobre este libro que todavía no he podido leer. También, espero poder hablar de unos tubos amarillos, unos flotadores redondos, amarillísimos, en donde yo me senté ayer, río abajo.


Margarita Pintado

Thursday, May 27, 2010

27 de mayo, hoy es ping-pong conmigo mismo.

-¿Alguna vez existió un polvo de ilusión? Puede ser que, alguna vez, un poeta hablara de eso. Pero ahora, hablar sobre eso, ¿es montar polvo sobre polvo? Sería intentar una rara acumulación. Sería como montar vacío sobre vacío.
Oigo el ruido de un avión, descargando.

Y esas maderitas secas, en el patio, que casi no puedo soñarlas.

Entonces, resumiendo:
un polvo de ilusión / un polvo de palabra / un vacío / un montar polvo de ilusión sobre polvo de palabra / o un montar vacío sobre vacío / el ruido de un camión.

Pero lo único que se me ocurre es una rata verde comiéndose un ala. Pero esto es demasiado estrambótico. No me hace ninguna gracia. Así que, pongo mi pie sobre el acelerador de un silencio.

-Yo no sé por qué tendría que inventar una corbata / La alfombra vieja y literatosa - o sea, una alfombra inexistente-, confundida con un cepillo; el cepillo que resulta ser el que yo uso para lavarme los dientes / y una palabra semejante al instante en que me afeito, pero que no la sabría pronunciar / también demasiada espuma negra, como para poder imaginarla / y el fracaso estalla, de una manera que me da miedo.

-Me voy a salir de mi mismo - de mentirita, por supuesto-, para intentar ver algo. Pero lo que veo es un pequeño charco amarillo, al lado de la libretica donde apunto mis sueños. Hace días que no apunto ningún sueño.
Una cosa distorsionada, al levantarme por la mañana. Esto sí que es jugar ping-pong conmigo mismo. Me supongo que no es válido.

-Desde hace un tiempo, el refrigerador se me está convirtiendo en una obsesión. Hoy, al abrirlo, que encontré con el olvido -es olvido, ya que no lo recuerdo- de un trapo que tuvo que ver con una luz que ya se ha enfriado. Pero no pude orientarme. No pude ubicar nada. Allí estaba yo, frente al refrigerador, y con una historia dura, imposible de abrir.

-No me imagino lo que pudiera suceder. Pero no va a suceder nada. ¿Por qué tendría que suceder algo?
Alguna vez se miraron alegres. Alguna vez. Pero eso sucedió por gusto.

-El viaje que yo pudiera desear sería estar en un puente, mirando el agua.

Lorenzo García Vega

Wednesday, May 26, 2010

EN CIRCULOS CRECIENDO

-Es seguir, seguir, dándole vueltas a lo mismo. No, esto no es bonito, esto fue con lo que me encontré al principio, y que después super que era mi dharma: la repetición como destino, dándole vueltas a lo mismo, durante toda mi vida.
Agua, fuego, tierra, aire, como piezas del kaleidoscopio de nuestro círculo, y uno dando vueltas para ver si se logra crecer.
Este proceso está admirablemente dicho por Marie Louise von Franz, en su estudio sobre la Aurora Consurgens.
Pero ¿cómo podría explicarlo? Yo me he pasado la vida leyendo, pero hay zonas en que toco el piano de oídas, sin saber si he logrado entender lo que entiendo.
Yo no sé ningún idioma extranjero, ni el inglés, a pesar de que vivo en territorio yanqui desde 1970.
O sea, yo visualizo lo que creo entender, más que saber pensarlo. ¡Qué le voy a hacer!
Y así, cuando Margarita me propone hacer su tesis sobre mis escribanías, yo subo a una escalera, yo vuelvo a encontrarme con Judit, y yo entreveo la posibilidad de volver a meterme en la repetición donde la vuelta a un círculo me pudiera hacer crecer. Pero yo, el que nunca ha aprendido inglés, no sé cómo poder explicárselo a Margarita

-¿Qué es el bum? El bum es lo mismo que el boom (Sáns Sata Lahasriká) O sea, el Bum es todo lo que a uno se le pueda ocurrir.

-"No lo compadezcan. Por primera vez en su vida ha hecho lo que deseaba hacer". Estas son palabras de la madre de Mishima, después de su suicidio.
Y no sé cómo explicarlo. Yo nunca me suicidé, ni se me ocurrió hacerlo. Pero yo sí sé que hay una paradoja: el llegar a los ochenta y tres años es una manera de acoger al suicidio. Una paradoja que me hace comprender que, al pedirle a Margarita jugar al pin-pong con su tesis, lo que estoy diciendo es: No me compadezcan, he hecho lo que quería hacer.

-Macedonio dijo: "Es raro el literato que no se asuste de parecer sólo literato".
Pues bien, por suerte yo, cuando le pido a Margarita el meternos en un disparatado blog, es que no me asusto de ser sólo literato.
Así como, por ser mi oficio el oficio de perder, no me asusto de parecer un payaso que no se asusta de parecer sólo literato.

Y, siguiendo con los queridos argentinos, salto de Macedonio a la Alejandra Pizarnik, para mirar lo que ella dijo: "le elevó muy hondo mi culo azul / Anado Verbo / Oh aspirantes a vates-closet".

-Y Jorge Luis Arcos, quien también está haciendo una tesis sobre mí, me dice que, en una foto que me hicieron con los componentes del grupo Orígenes, el me ha encontrado parecido con Buster Keaton
Entonces, Margarita, ¿qué significa esto?, ¿ tú también me encuentras parecido con la rigidez de Keaton?


Lorenzo García Vega

Óyeme, Lorenzo. Es 26 de mayo en nuestro taller. Y afuera también. Parece.

Ayer no toqué la tesis. No nos tocamos, la tesis y yo. En cambio estuve preparando las clases de español (Spanish for Reading) para mis estudiantitos. Tengo que enseñar durante el verano. No me gusta. Tener que pensar en las palabras así. Tener que disponer del lenguaje así. Yo no sé mucho de gramática. Esas palabras escritas en la pizarra no dicen nada. Palabras azules sobre un fondo blanco. Ellos leen, ellos repiten, ellos adivinan, ellos se equivocan. Ellos, tan sentados, tan detrás de sus escritorios, mirando lelos los trazos de mi mano.

Pero no quiero hablar de eso ahora. Es que acabo de regresar de enseñar mi spanish for reading, y ahora tengo como que lavarme las manos. Sacarme lo azul.

Voy a intentar meter lo que va de este día dentro de una cajita. Si me sale, puede que Lorenzo quiera seguir jugando. Si no, tendré que jugar ping pong sola. Contra la pared. Y eso sí que sería como un juego de bobos.

Empiezo.

Por la mañana, (y debo insistir en que no hay misterio en eso) ¡OH No! Plagio. Estoy plagiando a Lorenzo, que dijo algo así en un Haiku mañanero. Pero no puede ser.

Empiezo. Segundo intento.

La mañana no es nada. Ni la luz esa que al rebotar en la sábana adquiere ese color que uno no sabe bien cómo describir. Digamos que es un color insignificante. El color de un pliegue, un color, el único color que sabe estar entre las sábanas. Puede ser blanco, o azulado, o podría ser también verde porque la luz que llega hasta mis sábanas ha tenido que atravesar muchos árboles, y romper miles de hojitas.

“Todo el sueño que pudiera desprenderse de unas manos verdes”, dijo Lorenzo, y eso me ha gustado mucho.

Repito que en la mañana no hay nada. Sólo el olor del café, sólo el montón de zapatos tirados por todo el cuarto, sólo las cajas que he estado moviendo interminablemente. Subiendo escaleras, bajando escaleras con las cajas estas. Llevo dos semanas tratando de mudarme. Dos semanas diciendo “Me voy”, sin irme. Zapatos y medias, y libros, y maletas abiertas, y un cepillo de dientes que siempre veo por ahí pero que nunca aparece cuando me lo tengo que llevar a la boca. ¿Llevar a la boca? Pero qué manera tan extraña de decir eso que tan bien se hubiera podido decir de otra manera. Ahí se revela algo: no me gusta cepillarme los dientes. Detesto el sabor de la menta.

Entonces, resumiendo, en la mañana es el café y el absurdo sabor de la menta. En la mañana también, mis pasos muy rápidos atravesando el campus para llegar a ese salón en donde enseño la clase de la que no voy a hablar.

¿Cuándo se acaba la mañana?

Esto no es una cajita. Habría que detenerse más. Habría que respirar más despacio, teclear con menos ganas. Pero a veces eso no se puede.

Tengo 29 años. Creo que parezco de 25. Me siento como de 33. Y esto no tiene nada que ver con nada, pero hoy, ahora, tengo que decirlo. A veces me duele la edad. Y él tiene agua en los pulmones. Y a mi papá le sacaron el hígado. ¿Se lo sacaron al final? Yo ya no sé. A veces me duelen los ojos. A veces, creo, debería ir al oculista.

Ya está. Esto es un poco un desastre. No supe hacer la cajita.


Margarita Pintado

Tuesday, May 25, 2010

25 de mayo, 2010. Se deprime Lorenzo y quizás no siga jugando

Hoy tengo que ver al oculista. También tengo agua en los pulmones.
Por la mañana, le envié un email al pintor Baruj, sugiriéndole que no estaría mal ponerle a los niños nombres de vampiros.

Anna fue. Livia es. Plurabelle será. La resurrección de Tim Finnegans cuando se derrama una botella de whisky en pleno velatorio (wake=velatorio). Quisiera extraer de un jipijapa del tiempo de mi padre, la papeleta que continuaría una frase que le habría inventado al Finnegans. Ramirito Jabón sería la frase.

Todo el sueño que pudiera desprenderse de unas manos verdes. Flores cayendo en el estanque de color crema. Detenerme ahí, detenerme por un minuto. Lo cual es relatar historias de piezas que, por mucho tiempo, están metidas dentro del baúl.
Este delirante mini-proceso consistente, nada menos, que en la reducción, para uso portátil, del tsintsum de Isacc Luria (otro judío, para decirle a Baruj en uno de esos emails sin sentido que le envío). Mordiendo, danzando el muñequito que, después de inventarlo, lo meto dentro de una cajita.

¿Cómo sería el delirio que me gustaría construir con este juego de ping-pong que te he propuesto? El muñequito manteniendo ese "din", ese juicio de los cabalistas, pero a través de una contracción en movimiento.
(¿ Pero esto que estoy diciendo tiene algún sentido? No, quizás esto no lo entiende nadie más que yo. Es lástima que sea así).

Y los espectros. Lo han adiestrado -¿a quién?-, los espectros, para que aprendiera a luchar con un alemán. Pero no ha sido brillante. Se ha visto, al final del curso -¿de qué curso?-, que es un fracaso. Así como también un curso, impartido por los espectros, sobre las condiciones necesarias requeridas para que un soñador se incorpore a la vida real. Algo lindo, pero.

Pero hoy no estoy en caja. Quizás le ponga punto final a este juego de ping- pong. ¡Qué sé yo! Ping-pong, saltún la luna, lastre de globos sarracenos, fue lo que escribí en la suite para la espera. Pero, han pasado demaisados años, y no está la mona para tafetanes.

Lorenzo García Vega

Hola Lorenzo, sube el telón de este día, 25 de mayo en el Taller

Escribo una tesis que se llama “Derroteros y derrotas. Lorenzo García Vega y… todavía no se sabe cómo termine ese título. Habrá que esperar un poco a ver qué rumbo toma la tesis. Ayer, con aquellos poemas escritos en el 1948. Ayer, yo, metida en esa Suite para la espera, cerbatana en mano, dentro de una noche incesante y como taladrada, nadando en playas recortadas. A veces tengo que llamar a mi amigo Omar para que me explique algunas cosas. Yo no sé lo que son cocuyos, ni bujías ni cucuruchos. Omar me va diciendo, y me cuenta historias de cómo la gente hacía lámparas de cocuyos. Nosotros les decimos cucubanos, creo. La gente los ponía dentro de ¿dónde?, dentro de un ¿coco? al que se le hacían agujeros. En el coco hay azúcar para que los cocuyos coman y sigan alumbrando la noche con su verde neón. Esto me parece fantástico. Le leí un poema y a Omar se le iluminó la cara como si fuera un cocuyo.

Por la tarde salí de la casa. Los ojos me dolían. Demasiado tiempo sentada con la luz de la pantalla rayándome los ojos. Afuera el sol, el solazo de Atlanta. Se acaba mayo. Jugué con el gato del vecino, saludé a una chica que venía paseando un perro grande y a un señor mayor, polaco creo, que siempre me sonríe, pero que nunca me habla. Debe ser que no habla inglés.

Lo vi a él, y me acordé de ti. Y recordé la palabra ectoplasma."Margarita, yo vivo como un fantasma”, eso dijiste. ¿Te acuerdas? Y yo no es que me sienta como fantasma, pero sí como un personaje de alguna novela del amigo Macedonio, intentando sentarme en las faldas de un taller improvisado en un lugar que sospecho imaginario, con autores ectoplasmáticos que mueven las líneas de la vida para ver si así liberan un color que no sea tan insignificante (aunque yo no sé muy bien lo que signifique eso), y pueda convertirlos en novela.

Ayer hablaba de novelas y de fantasmagorías con mi amigo Luis, quien dijo lo siguiente: “Es la primera vez que lamento que Macedonio haya muerto,” y me lo decía como si se acabara de enterar de la muerte del escritor, objeto de su tesis. Le cayó, de pronto, una infinita soledad.

Hablando con él corroboro la locura de este invento, o invención. ¿Escribir un mano a mano con el escritor a quien dedico mi tesis de grado?

Cae la noche en Atlanta. Todo quieto, en media hora pasa el tren. Con eso me duermo. El tren pasa cerca y sacude un poco las paredes de la casa.

Me recuesto, pongo la cabeza en la almohada y pienso en lo bonito que sería poder seguir en círculos creciendo.

Margarita Pintado

Monday, May 24, 2010

Buenos días, Margarita: hoy es mayo 24, 2010, del Taller literario

Con la Antropofagia. Me he despertado pensando que puede ser, este zuihitsu con pin-pong, una manera de volvernos antropófagos. Pero ¿no estoy anacrónico? ¿Antropofagia? Te acabo de hablar de aquella contra-cultura que ya se fue, y ahora te digo de aquella antropofagia que masticaron los brasileños. Pero ¿cómo se me ocurren estas cosas? ¿Los cincuenta y cinco años que nos separan es para que me vuelva anacrónico?
Pero ahora, también después de despertarme, hago una anotación en mi diario, y se la envío al pintor Baruj Salinas.
El pintor Baruj Salinas, un buen tipo, tiene la paciencia de escuchar los emails que diariamente le envío.
Antes, Baruj escuchó a María Zambrano. María se servía un buen vaso de scotch,y entonces le lanzaba, al buen Baruj, un buen párrafo sobre el mundo parmenídeo.
Y ahora yo, le lanzo desde el email, en esta horrible Playa Albina donde vivo, al paciente Baruj fragmentos de mi diario, o fragmentos de mi sueño, o apotegmas visuales, o lo que sea. No sé qué pensará Baruj de eso.
Fragmentos de mi diario, y como me estoy dirigiendo al hebreo Baruj, pienso en el diario del judío José Karo, quien registró las experiencias estáticas inspiradas por Naggid, ángel inspirado por las potencias celestes.
Naggid.
¿Qué pensará Baruj de esto?
Naggid se me confunde con KH (o sea, con Koot Hooni, quien en otra encarnación fue Pitágoras), el personaje a quien a veces sueño, parado en la esquina, enfrente de mi casa.
Así como Naggid también se me confunde con Ram, el difunto maestro Ram (se escribe Ram o Rank? ahora no me acuerdo),a quien me he cansado de mencionar, y quien es un ectoplasma que pasea por el barrio donde vivo.
También acabo de anotar las fechas de los días en que el viento ha movido las hojas del árbol que está frente a la ventana de mi cuarto. En el mismo momento en que aparecen nubes de tiza, asalta una obsesión con lo que pudieran ser dibujos circulares.
También estoy jodido. Sin duda, también en este momento estoy jodido, aunque en este momento no lo sepa.
Liberarse del antropomorfismo. Liberar el color, dejándolo solo (pienso en la pintura como ejercicio de soledad,pienso en los dibjujos que he visto de Rosana)Líneas, entonces, moviéndose según un ritmo que, casi, se escaparía del recuerdo. Caen, dentro de una botella, colores insignificantes.
El ruido de un motor.
Y también cábala, contracción, hibernación. Un grupo de astrofísicos establece una relación entre el origen del universo y las gotas de agua suspendidas en una tela de araña.
Mientras me entero de esto hay, con mimbre, un estuche de manzanas. Así como, sobre el refigerador, cae este día de hoy. Pienso que, metidos dentro de una cajita, no estaría mal esperar hasta ver si la novela arranca por sí sola. ¿No es así como se sueña una tesis de grado?

Lorenzo García Vega

Lunes, 24 de mayo

Me acuerdo. Dijiste que tenías problemas de balance y te subiste a una escalera a buscar un libro que se me ha convertido en un reto personal ya que nunca me acuerdo del título. Veredicto de sol, Variaciones de dudas, Dudas a como sol. Siempre que evoco ese libro pienso en un paraguas abierto sostenido por un hombre muy pequeño. No sé a qué se deba esta asociación. En fin, que ya habían pasado el vino y la insulina. Y él trepado en una escalera. “Tengo problemas de balance.” Yo creo que mentías.

La primera vez que tuve ese libro en las manos, esos Rostros del Reverso con esa portada que da miedo, (un rostro con un cierre atravesándole la cara) yo no sabía qué esperar, no sabía qué era aquello. Ya me había leído El oficio de perder y Los años de Orígenes. Y recuerdo, yo recuerdo que en alguna parte de El oficio decías que Judit era una de las zonas más tristes de tu vida. Entonces, la dedicatoria de los Rostros me dio como una clave de lectura. “A Judit, mi hija, en Cuba.” Fue el uso de las comas lo que más me traqueteó la cabeza. Era como si Judit nunca fuera a salir de allí. Es que en ese momento a mi se me iluminaron otros astros. Yo apreté el switch y vi cosas de cuando era niña. Recordé unos zapatitos que me gustaban mucho, unos zapatitos blancos que usaba para ir a la iglesia. Y me acordé de mi mamá, y detrás de la cara de mi mamá, pude ver cómo se asomaba la cara de reverso de mi papá. Y yo pensé que él era el hombre de la portada del libro. ¡Uy, pero qué taller! Ya mismo aparece Rédinger.

Resumiendo, en el principio fue una escalera, y fue, también, la palabra insulina, y mi historia con la hipoglucemia, y un libro cuyo título me tortura, y este Lorenzo, inventándose nietas que no son nietas, sino hijas de 5 años atrapadas en una dedicatoria de un libro con un rostro cerrado, hijas que ya casi no recuerdan cómo ser hijas, ni mucho menos saben cómo ser nietas, hijas que tienen 29 años y que estudian literatura en una universidad de Atlanta, hijas y más hijas que se pierden dando vueltas en una Playa Albina, buscando la casa de un escritor que era bag boy, hijas, nietas hijísticas buscando padres literatosos que no se hayan casado 5 veces, y que me lleven de paseo a Lanzarote.

Margarita Pintado



Lanzarote, a donde Lorenzo se quiere ir a vivir.

Sunday, May 23, 2010

DOMINGO, MAYO 23

Bueno, ya estamos sentados en el Taller literario. El Taller literario donde se tratará de averiguar lo que pueda haber detrás del telón de una tesis de grado.

¿Recuerdas, el día que llegaste a mi casa?, yo me subí a una escalera para buscar unas variaciones a como veredicto. Entonces me hablaste de mis rostros del reverso y de su dedicatoria: A Judit, mi hija, en Cuba.

A mi hija, en Cuba, citaste, y con ello cayó sobré mí el peso de un recuerdo que estaba como escondido. El peso del recuerdo de lo que pasó hace muchos años: el padre que perdió el contacto con su hija, y ya no volvería a recuperarlo.
Pero, ¿no estamos hablando de un Taller literario? Sí, por supuesto, nos proponemos hacer un Taller sobre una tesis, pero..., yo me subí a una escalera y tú, que puedes ser mi nieta, te convertiste en la hija que se quedó en Cuba. ¿Delirante lo que estoy diciendo? Por supuesto que es delirante,y por supuesto que no voy a caer en una telenovela sentimental, pero eso sí, siempre, desde este comienzo de este Taller que estamos comenzando (y que quizás sólo consista en una sola sesión, ya que ya me estoy sospechando que no podamos lograr lo que nos proponemos), estará presente esa subida por la escalera, con Judit que se quedó en Cuba, y esto aunque quizás no lo vuelva a mencionar

Pero ¿comenzar con un propósito de Taller Literario, y empezarlo con la novela familiar sugerida por la presencia de una joven que, al querer hacer una tesis de grado sobre mí, se me convierte en la reencarnación de un dramático episodio donde una hija se perdió,no tiene el riesgo de entrar en lo cursi de un novelón? Bueno..., no creo que, a estas alturas, yo vaya a caer en un novelón cursi, o lo que sea,pero sí me arriesgo, eso sí, a que todo esto, aunque sólo consista en una sola sesión de Taller, pueda entrar en lo rocambolesco.

¡Sí, puede caer en lo rocambolesco! Pero me arriesgo, pues sólo de esta manera en que lo estoy intentando, este diálogo entre nosotros puede tener sentido.

O sea, querida Margarita, dicho de otra manera: este Taller enloquecido sobre una tesis de grado sólo tiene sentido si nos metemos por aquella vivencia oblicua de la que hablaba Lezama: "como si un hombre, sin saberlo desde luego, al darle vuelta al conmutador de su cuarto inaugurase una cascada en el Ontario"; o, lo que es lo mismo, por aquello que antes dijo Huidobro: "Apretando un botón. Todos los astros se iluminan".

O sea, querida Margarita, yo, que a lo mejor siempre fui demasiado literatoso para ser un buen padre, quiero darle al conmutador donde una joven tesitera, tú, se convierte, metida en la cascada del Ontario, en mi hija.
Y nada de pájaros con dos alas, por favor. Saca tu escopeta, y dispárale a ese horrible pájaro. Tú y yo, aunque nos separen cincuenta y cinco años, estamos unidos por la contra-cultura. ¡A la puñeta Cuba y Puerto Rico!

Lorenzo García Vega

Ping-Pong

Podemos empezar con este título: Ping-Pong Zuihitsu (Proyecto de novela epistolar)
Estamos en el primer capítulo, un capítulo de prueba donde lo que yo te voy enviando, y lo que tú me conteste, serán como piezas que, en un primer momento tú (que prepararás el blog) colocarás como quieras, hasta hacer un capítulo borrador provisional. Después, le haremos una corrección conjunta y, por último, veremos si continuamos o no, o si sólo hacemos un minicuento que serviría para un número de tu blog. Lo que quisiera es que, en este juego de ping-pong, aunque hagamos lo que nos de la gana, tengamos en cuenta, como nudo de la imposible novela, el encuentro entre una joven y un viejo que, a través de una tesis, pretenden conocerse a sí mismos, a través de un análisis más o menos absurdo. lorenzo
P.D A partir de ahora, ya es como si estuviéramos actuando. Todo lo que yo te envíe, incluso esta nota, lo puedes utilizar como material para el capítulo en que hemos entrado. El que lo utilices o no lo utilices, dependerá de la manera en que acertando, al colocarlo bajo un acápite, el material se pueda convertir en pieza narrativa. O sea, entre otras cosas, podremos considerarnos como dos personajes que, en una escena del teatro del absurdo, estamos representando ser dos actores que, en un Taller Literario pretenden encontrarse a sí mismos.

Lorenzo García Vega
Queda oficialmente inaugurada la novela. ¡Qué comiencen los juegos! Puede que comience con el tema de los sueños, porque “sueño” es una palabra más bonita que “tesis” y yo hoy no estoy como para hacer preguntas de “tesis” porque esa palabra sugiere puntería. Es como que hay que dar en el clavo, y la verdad, con palabras o sin ellas, es muy jodido dar en el bendito clavo.

Entonces este primer capítulo es como un huevo al que le comienza a crecer una antena. Pero antes del huevo hubo un pájaro, y ahora yo me acuerdo de esa poeta puertorriqueña que se fue a morir a Cuba en el 1924, y que dijo que Cuba y Puerto Rico eran de un pájaro las dos alas, y se me ocurre que este proyecto de novela bien pudiera ser un pájaro, o un pajarraco, y que nosotros somos las dos alas. ¡Pero qué cursilería! ¡Qué manera de empezar una novela! En fin, que me ha dado por creer que tú yo yo somos las dos alas (¿alas rotas? ¿alas anacrónicas?) de este pájaro que rompió el huevo antes de que yo llegara.

Margarita Pintado

Capítulo 1

¿Por dónde entonces?, por dónde salimos? ¿Hay entrada y salida/
Ayer fue el Prólogo. Así que hoy es el día siguiente de este zuihitsu. El Prólogo a esa disparatada novela que se me acaba de ocurrir.

¿Una novela epistolar emaileresca, girando en torno a una tesis? ¿Estoy en disposición para intentar eso? Y, ¿por qué me acuerdo de "Pepita Jiménez", aquel novelón epistolar del tiempo de la Nana?, ¿es que quiero volver a eso?

¿Y esto, que ahora estoy escribiendo bajo la luz del día 22 de mayo, es el Capítulo 1 de la novela epistolar? ¿Me estoy riendo? Pero ¿por qué me tengo que reir?

Y, ¿por dónde comienza la tesis? ¿Por dónde, Margarita Pintado, comenzará la tesis?

Ayer, también por email, Carlos Eme me envió los dibujos de una visual de la Córdoba argentina. Es una serie titulada "Música para tormentas", y se llama, la joven visual, Rosana Fernández.

Después de la música para tormentas de Rosana, me coloqué frente a las hojitas del árbol que está frente a la ventana de mi cuarto, y esto fue lo que me dibujé:
-el hierro negro que intento azul y hacia abajo / esto, con cinco y diez y ocho de la tarde, muy parecida a una lejana conversación de la tele;
-pesitas de cristal, vueltas azules, recuerdo de las que usaba mi padre, el boticario;
-números que podrían sembrar, sobre la línea, a aquel huevo negro y grande que contenía al tren de la infancia -esto, también tres de la tarde-;
-el pájaro que es antena al salir del huevo, y esto con la desprevenida, recién risa, de un payaso demasiado anacrónico;
-pues los insectos pintados ahí, frente a mí, no son brújulas sino, ya, irreconocibles figuritas de papel;
-y es que simulo, dentro de mi frente, la existencia de una antena pequeña, también convertida en azul;
-o el mismo azul, pero en la manzana, entendiendo que no es nada la tarde que estoy viviendo;-
-por lo que un policía podría ser un redondel azul, y esto hasta el punto de hacernos preguntar por la presencia, aquí, de la palabra cleptómano.


Lorenzo García Vega




Música para tormentas, de Rosana Fernández

Mini-prólogo #2

Ya estoy tarde. Es el primer día de novela, el primer día de proyecto de novela y he llegado tarde. El prólogo ya fue. Un prólogo, mientras yo dormía. Tengo que decir que anoche dormí el sueño de los injustos, porque me excedí. Dormí como 16 horas y mientras dormía, Lorenzo tremebundeaba una novela blogera.
Sí, es verdad que yo le sugerí un blog. Yo le dije, como si tuviera mis veinte y pico de años, “oye, Lorenzo, ¿y si te preparo un blog? Tu escritura flotaría muy bien en el espacio virtual.” Eso dije yo. Y me fui a dormir, y dormí y soñé con mi madre en un estacionamiento de esos laberínticos que dan miedo.

Es que Lorenzo anota sus sueños, y ahora yo lo intento. Sí, él está muy metido en eso de la materia de los sueños. Pero a los origenistas no les gustaba el surrealismo. Pero a Lorenzo le gusta ponerse surreal. Y lo veo, despertándose en medio de la noche para que no se le vayan, para agarrarles, aunque sea, el rabo. El rabo de un sueño. ¿Rabo anti-nube de un sueño? La cosa es que Lorenzo descubrió que ni en los sueños se puede confiar. Él dijo: “Entonces, en el sueño, yo voy, me levanto y busco la libreta. Yo voy, y anoto el sueño, cierro la libreta, regreso a la cama. Me duermo. Pero entonces, al otro día cuando voy a buscar mi sueño, ¡una cosa rara, muy rara me pasó! ¡El sueño había desaparecido! En el sueño, soñé que me levantaba y anotaba el sueño en mi libreta. Y esto nunca me había pasado.” Eso dijo Lorenzo.

Entonces me desperté, y supe que a él le había gustado la idea del blog. Pues resulta que un poeta nacido en el 1926, se quiso inventar una novela conmigo (yo me llamo Margarita) que nací 55 años después, en una isla vecina, por allá, o debo decir, por acá, en el 1981, bajo pretexto de escribir una tesis que ya ha dejado de parecerse a un tesis.

Margarita Pintado

Mini-prológogo #1

Me hablas de un blog. Te propongo un blog en el que participemos los dos. ¿Cómo? Podríamos intentar un zuihitsu en el que fuéramos relatando, a la manera de un diario en email, el relato de nuestra relación (una relación establecida por el motivo de una tesis, pero donde, lo que estaría, fuera el invento que haríamos, tú y yo, de nuestro pasado y de nosotros mismos, como dos personajes de generaciones distintas que tratan de encontrarse, inventándose).

No estoy bromeando. Creo que podríamos intentar una novela zuihitsu entre los dos. ¿Cómo? Tú me haces una pregunta. Yo te respondo a como pueda, como si estuviera escribiendo mi diario; tú, entonces, me hablarías de tus locuras, o preguntándome de nuevo, o lo que fuera.
Si crees que es posible, ya este email podría ser el mini-prólogo de esta novela entre dos.

La fecha de este mini-prólogo es mayo 21, 2010. Si te decides, voy a escribir, junto contigo, la novela que nunca he conseguido. Repito: no estoy bromeando Y..., no tenemos que forzarnos. Todo lo podemos hacer bajo el techo fragmentario del zuihitsu. Me preguntarás que por qué se me ha ocurrido esto. Bueno..., el inventar por qué se me ha ocurrido esto, es lo que tendremos que inventar nosotros dos.

Lorenzo García Vega