Algunos más cerca que otros. Un borde cortándome los ojos. ¿Qué cómo me siento? Quisiera contestar esas preguntas que ya nadie me hace. La gente se cansa. De los tristes, se cansan, de los cansados, más que nada, ellos se cansan.
Una ventana abierta detrás de mi espalda. Una brisa que entra. Me quema. Afuera unos tipos piden firmas para crear conciencia... ¿de qué? No sé. No se sabe. Ellos tampoco saben, pero llevan unas camisetas azules y amarillas. La gente con sus firmas. La gente con sus "buenos días", la gente con sus "hasta luego", la gente con toda esa amabilidad que lo rompe todo.
¿Es este un día largo? Todavía eso no se puede determinar. Son casi las dos de la tarde. Y es viernes. Y hay como un secreto que todos saben menos yo. Y ahora, en este café, extraño sus voces en el teléfono. Me las invento, me las pongo de collar, las sumo a otras voces que sí llegan. Pero esas no son tan bonitas.
Revolver lo que no regresa. Como yo. No, yo me quedo, como inventada en un paisaje a punto de borrarse. Yo, fuerte, en tan vulnerable paisaje. Temo que si vueve la brisa a arañarme la espalda, todo se deshaga. Naturalmente, como debe ser. Una hablando, una, en medio de la palabra, quizá la más hermosa de todas, y una brisa...............................................................................................................
----------------- (pero la muerte y sus trabajos)-------------------------------------------------------------------
Margarita Pintado
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