Es como si, bajándose de un tranvía, frente a mi casa, desciende la imposible vieja.
Una vieja adventista, o evangélica. ¡Un horror! Su pelo, amarillo-negro, parece forrado -¿forrado?- como de una sustancia procedente de un vitral horrendo.
La vieja, como un bólido, se coló en la casa; dispuesta a predicar el evangelio de Jesús.
Yo, a como pude, me desperté, Corriendo me fui hasta el baño, a orinar. ¡Oriné que fue un contento!
Me acordé, o me inventé, una habitación de la cual no se podría salir.
O giré, y giré, alrededor de la "dificultad"; y esto, para encontrar el pasaje que me serviría para el viaje en tren.
La vieja, adventista o evangélica, repito que era horrible.
También estuvieron las letras de otro sueño. las letras que decían: SE HAN DORADO LAS BASES SOCIALES.
Y fue, entonces, cuando aparecieron las visiones del pintor Arturo Rodríguez, que a continuación se muestran:
No comments:
Post a Comment