Gotas caen. Resbalan, precisas, desde el cielo de un café. La calle en danza de paraguas. Estoy en New York, como un día estuvo Lorenzo. Pero no son estos los setenta, no se ven aquellas cosas (aunque yo no sé muy bien qué cosas son esas que se vieron), porque se ven otras. Como la lluvia en esta tarde de café en en donde las chicas corren envueltas en plástico, y los tipos mojan sus sombreros. Qué sucio todo. Qué falta de algo, una cosa que no atino a nombrar. Algo le está faltando a este paisaje que es como un papelito mojado a punto de romperse. Porque gotas caen en esta tarde que no es una tarde cualquiera. Proyectos mínimos rodando en tanta superficie idiota. Pequeños trayectos llegando hasta esas bocas secas que ya nadie recuerda. Hace frío. Pero, ¿hace frío? Creo que me invento cosas. Creo que el paisaje me obliga a sentir estas ciertas cosas en las que desconfío. Pero gotas caen, y eso yo lo sé. Y puede que vea ahora el frío en otra piel, y que me enamore del modo en que ellos planifican un calor. Por lo que, engañada, y con un frío que no es mío, busco la bufanda. Porque el frío cuando es convicción se queda para siempre.
Creo que, estos días, una bufanda es lo más cercano a una caricia.
Margarita Pintado
Tuesday, October 19, 2010
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