No es tanto la nieve, no. Parece que es el hielo lo que va tallando el recuerdo de esta mañana en Atlanta. Y es este caminar sobre una fina capa de hielo, el territorio más extraño que ahora, parece, me corresponde. Y es este hielo lo que se ha impuesto como género literario.
Hace un año exacto, antes del ping-pong, antes de conocer a Lorenzo, escribí algo para él (aunque ni él ni yo lo supiéramos) inspirado en la nieve. Allí decía yo, un yo que es anterior al yo de hoy:"Es decir, no se trata de narrar lo que pasó aquel día de nieve. Un libro blanco. Hay que narrar la nieve. Cómo se formó, de dónde vino. La nieve en los zapatos, la nieve dentro de mis pies."
Pero hoy no, el yo de hoy está como envuelto en hielo, y se me va resbalando en este suelo lleno de grietas que dejan ver el agua como un río minúsculo atrapado en una urna de cristal. No sé si me estoy explicando bien: yo salgo, afuera todo es una página en blanco, mis botas quieren romper todo eso tan dormido, tan apaciguado, y entonces, asoma el agua. Debajo del hielo, una corriente arrastrando cosas tan minsúculas, tan como sensibles, cosas que uno nunca sabe, pero que están; cosas que sólo aparecen bajo la dictadura del hielo. Y es eso lo más conmovedor de este día, y es eso lo único que importa, la única materia de este relato.
Porque hoy me asomé a la ventana y vi en las ectalactitas heladas una historia familiar, una historia que existía ya dentro de mi, sin que yo la supiera, una historia, claro, posible, tomando su forma en un presente que es futuro.
Será que los vasos de agua que él arrojó en el jardín de los espectros se me aparecen a mi, colgando de la ventana, muriendo de frío. Será que sus distracciones son las semillas de todos mis relatos. Será que aquel viento enloquecedor está viajando ahora debajo del hielo.
Presiento que no estoy en edad de perdonar mi pasado. Tampoco de aceptarlo. Yo, todavía no sé muy bien qué cosas constituyen un pasado. Aunque hay cosas que son obvias. Hay cosas que se sabe, no vuelven, pues se quedan atrapadas detrás de lo frío.
Un manto blanco simulando ser cielo. Intuyo que esta imagen en donde un yo se despierta rodeado de lo blanco, será uno de los primeros recuerdos de mi lista. Si es que eso me ocurriera a mi. Si es que yo, en verdad, tuviera esta vocación de enumerar el gesto; si es que yo contara con este frágil oficio de narrar lo intraducible. Eso que se ha quedado, recorriendo los parajes oscuros y dormidos que habitan dentro de un pedazo de hielo.
Margarita Pintado
Tuesday, January 11, 2011
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