¿Y el público dónde está?
Ranitas cantando, matojos, en la noche de Caracas. Había llovido por la tarde.
Lo que ahí puede estar viviendo es una zona ciencia-ficción: detrás del cuerpo, aunque interior, dentro del cuerpo entonces.
En la habiatación vacía se oía una campana.
Leía, encuero, un libro de poemas. ¿Quién?
Se lleva hasta el final, ¿qué?
Casa grandísima.
Extendidos. Los brazos extendidos.
En la habitación vacía se oía una campana. Hay alguna preocupación por el tamaño del pene.
¿Tiene, necesariamente, que haber alguien más?
Las ranitas, y las ranitas, cantando. Los matojos estaban llenos de agua. ¿Por qué, seriamente, nunca he pensado en el suicidio? ¿Qué relación pudo haber?
Se estaba en una casa vieja, de madera.
Hoy es 9 de septiembre, y se estuvo en una vieja casa de madera.
En Caracas, cuando estuve en Caracas, fue cuano oí a las ranitas. Cantando, el agua, toda la noche.
Una casa, sabor de madera ahora, en este momento donde no se me ocurre pensar en el suicidio, pero en que no tengo nada que hacer.
Nada que hacer, ni nada que decir.
La comparación era entre el canto de las ranitas y la campana dentro del cuarto vacío. Pero ¿de qué relación se trataba?
La alarma es por mi muerte, pero yo no la acabo de oir.
LGV
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