¿Y qué estamos haciendo aquí?

Pues no se sabe bien, pero resulta que al escritor Lorenzo García Vega le ha dado por intentar una novela conmigo, una estudiante graduada quien intenta, entre otras cosas, escribir una tesis sobre la vida y la obra de este señor que ahora es mi amigo. Lo que irá apareciendo aquí es, en palabras de Lorenzo: "un zuihitsu en el que fuéramos relatando, a la manera de un diario en email, el relato de nuestra relación (una relación establecida por motivo de una tesis, pero donde, lo que estaría, fuera el invento que haríamos, tú y yo, de nuestro pasado y de nosotros mismos, como dos personajes de generaciones distintas que tratan de encontrarse, inventándose."

Friday, June 4, 2010

Lorenzo sigue jugando

Hay un proyecto de minicuento, con fin de temporada en un balneario donde el personaje no se acaba de ir. Es que algo sucede. El personaje está acompañado por un típico gordo. Un gordo, a la vez, extraño y estereotipado.

Pero en el sueño de una siesta, mi madre me persigue. Me quejo. Ella, comprendiéndome, me toca la cabeza, mientras me dibuja los huesos del cráneo.

Me está pareciendo que tengo una anormalidad en los huesos del cráneo.

Mi madre tiene puesta una sotana.

Pasa una lluviecita, imitación de una lluvia.

Y, hablando de antropofagia, Oswald de Andrade dijo: “Sólo me interesa lo que no es mío”.

Efectivamente, al comienzo de mi adolescencia, después de morir mi padre, me sentaba en una mesa con un juego de dominó. Yo estaba solo pero era, a la vez, los cuatro jugadores de dominó. ¿Cómo? Me levantaba, y me iba colocando en el lugar del que le tocaba jugar. Así que le daba la vuelta a la mesa.

Y también sueño con un refrigerador al que se le caen algunas luces (?), en el momento en que un ruido, sin que se sepa por qué, se vincula al trozo de hormigón, bastante parecido a un fragmento de la música de Cage. Y esto así, sentado frente a mi almuerzo, intentando la antropofagia con aquel payaso que vi en una furgoneta de un cine de mi infancia.

Jung dijo que “el acontecimiento más importante para el negro es el nacimiento del sol por la mañana”. Y yo, aunque no soy negro, sentí este acontecimiento en 1936, cuando amaneció sobre un tren que me llevaba hasta la Estación Naval norteamericana.

Y también lo sentí en mi infancia, en la madugada de un fotingo que conducía un chofer bizco, llamado Jacinto.

Y además, había velas encendidas para los muertos de la familia. Mi tía Marardina las encendía todas las noches, en una mesa que había en la cocina del Central Australia.

Y por último, querida Margarita digo de Muriel Spark. Memento mori. “El fantasma llama por teléfono a los octogenarios: ‘Recuerda que vas a morir’.

Sí, el día que menos lo piense, me llama el fantasma.

Margarita, esto que aquí te envío, quizás no tenga nada que ver con el ping-pong. ¿Cómo vamos a jugar ping-pong con esto? Pero es con lo que cuento ahora. Empecé el zuihitsu, pero ya he tenido el primer tropezón: la cetrería del títere: fue mi primer intento por mezclar la experimentación con lo autobiográfico, y me enredé, sigo enredado.

Lorenzo García Vega

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