ESTE, UN TIGRE SIN FINAL
Con una barba hecha con mosquitos. Pero ¿puede haber una barba hecha con mosquitos? Pensándolo bien sí, sí puede ser. El suave tigre, el suave tigre de amarilla lana. Pero ¿dónde estará la cara conque se pueda soñar ese tigre?
Agudamente, se desprendía de sus labios. ¿Agudamente?, ¿qué quiere decir eso? Era como el recuerdo de una guayaba que, una vez, cayó en un corral. Pero, sobre esa noche, nadie podría decir nada. ¿Puede un charco de enredos, tener algún color?
Mancha roja, para empezar. Pero, eso sí, con la conciencia de que nada se puede seguir haciendo. Yo seguí escuchando el ruido del avión que pasa a las 10 de la noche (pedal, un amarillo). Me acordé de la cocina que quedó vacía, en la casa de la infancia. Pero, ahora, no quiero persistir en un ruido. No, no quiero persistir. Es que ese pipisigallo, con la misma cara que tenía la pareja de los guardias rurales del tiempo de mi infancia. Ellos iban en el vagón de un tren. Igualito que las patas de un ángel. Después de esas patas, o junto a esas patas, estaba el ruido de un mosquito. Es que se cree que todo podría culminar en aquel devocionario nacarado, que fue utilizado el día de la Primera Comunión.
O sea, tratando de decirlo de otra manera; las píldoras que cuelgan de un anzuelo, mientras el mosquito se baña en la fuente. ¿ O será que, en este segundo, un color rosado tendrá sólo que ver con esa visión del suave tigre de amarilla lana?. Pero, ¿ donde es que, ahora, está apareciendo la mitad de mi cara?
Lorenzo García Vega
Wednesday, June 23, 2010
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