La sombra del gran sapo verde sobre el esqueleto de una vieja puta a quien llamaban Bicicleta. Allí, hasta donde se pudieran colocar todos los que tienen los dientes postizos.
Una visión (pero ésta de postalita) es donde un niño decapitado declama sobre un campo pintado de amarillo (a medida que los ojos se agrandan, el lobo se transforma en pasta carmelita, extraída del gabinete de un dentista).
Pero, la razón de todo esto es que hay una avalancha de distintos recuerdos –un pasado que se derrite como destilación de la mierda ( y el otro, esqueleto de otra puta sucia, semejante a la puta Bicicleta, y a quien llamaban Mierda Seca).
Después, para refrescar, tres o cuatro lobos, surgidos de la nieve, y recorriendo las calles de esta Playa Albina donde vivo, en el momento en que se pone a pasear el difunto maestro Rank (de quien no me he cansado de hablar).
Anoche, ¿quién podría ser?, afuera alguien, gritando / La alcancía del peligro. / Me pregunté, al despertarme, por el alguien que pudiera haber entrado.
Ese es el imaginario de la tabla carcomida por los bichos. Ese es el imaginario del latón de agua – lejía- donde se bañaba Sabina, la vieja loca que temía que los jóvenes la vieran encuera (ya de este personaje he hablado en otra ocasión).
El latón de agua sucia de Sabina, luego se arrojaba al patio. Se convertía en ceniza. Y un buen acto de accionismo vienés pudiera consistir, ahora, en tomarnos el agua de ese latón.
Tratando todo de partir de ahí (¿). Todo tratando de aferrarse ahí.
Lorenzo García Vega
Tuesday, June 29, 2010
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