¿Y qué estamos haciendo aquí?

Pues no se sabe bien, pero resulta que al escritor Lorenzo García Vega le ha dado por intentar una novela conmigo, una estudiante graduada quien intenta, entre otras cosas, escribir una tesis sobre la vida y la obra de este señor que ahora es mi amigo. Lo que irá apareciendo aquí es, en palabras de Lorenzo: "un zuihitsu en el que fuéramos relatando, a la manera de un diario en email, el relato de nuestra relación (una relación establecida por motivo de una tesis, pero donde, lo que estaría, fuera el invento que haríamos, tú y yo, de nuestro pasado y de nosotros mismos, como dos personajes de generaciones distintas que tratan de encontrarse, inventándose."

Wednesday, June 30, 2010

Black Holes

Me han dado miedo esas aguas. Me ha dado miedo el latón, y me ha dado miedo Sabina.
Esta mañana lo amarillo se ha mezclado con la máquina. Afuera están los mexicanos haciendo agujeros en la carretera. Con sus chalecos verde neón. Y sus cascos anaranjados. Todo sumándose a lo amarillo.

Entonces, como me ha dado miedo, yo me meto por aquí, me meto por uno de estos hoyos negros terrenales de los mexicanos, y trato de esquivar las aguas negras de su accionismo vienés.
Pero es posible, digo yo, que lo que se esconda en estos hoyos sea más aterrador que lo que habita en su latón.

Taladro rompe brea caliente. Chaleco de cocuyo salpicado como por carbón. Lo naranja de un casco saliendo del suelo. ¿Señor, en dónde está el Infierno?
Entro como si nada por estos hoyos en los que puedo ver:

1. Una dama con falda azul y tacones rojos. Los tacones suenan desde lejos, y una niña muy pequeña, y muy paciente, se pone contenta porque sabe que ella ha vuelto.
2. Una cabecita negra, como de muñequita, perfectamente doblada en el fondo de la cocina.
3. La esquina de la mesa de la casa de abuelita Tati, en donde tantas veces se golpeó la cabeza. La pinturita de la mesa, cediendo al cabezazo de cada día.
4. La pared de los mocos que tan celosamente cuidaba la hermana.
5. El hoyo que se quedaba en el sofá cuando el papá se levantaba.
Sentarme en el hoyo. Sentir a los gatitos que se metían por dentro del sofá. (Esa es otra historia de la que ya se ha hablado). Perseguirlos con mi mano. Agarrar un pedacito de gato.

Y entonces, pasa lo que inevitablemente le tendría que pasar a cualquier literatoso.

Mi mano arañada saluda al hombre del casco anaranjado. Salgo, cenizosa, por debajo de esta calle en donde vivo. Creen que soy mexicana. Hablo, y trato de imitar al Chavo del ocho porque Cantinflas no es de mi generación, y porque el Chavo también vivía en un hoyo negro. Miro mi ventana desde la calle, veo mi computadora, veo mis libros abiertos. Me saludo, y me sacudo todo este polvo. Un hombre me hace entrega del chaleco verde neón.

Trato de olvidarme de tanto amarillo.

Margarita Pintado

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