Pudiera haber sido para Marcel, el habitante del Home, el primer cuento de la temporada otoñal.
Marcel lo entrevió a la manera de un súbito, cuando subía por la escalera.
¿Qué fue lo que apareció en ese súbito? Primero, Marcel se oyó decir, a sí mismo, que los dioses ocupan posiciones vastas (esto le recordó el pozo que estaba en el patio de su infancia). Después supo, dentro de sí mismo, sobre esquirlas, esquirlas repetidas sobre una extensión. Y al tocar el último escalón, vio sobre la pared, grabada, una vasta piscina, muy semejante a un reloj.
Así que, aunque Marcel acababa de subir la escalera, inmediatamente la bajó, movido por el enorme deseo de correr hacia su habitación, donde escribiría un mini-cuento. Pero ¡todo desapareció! Al llegar a su habitación, los componentes del súbito desaparecieron, quedándose Marcel sin mini-cuento que escribir.
Y, entonces, como Marcel se quedó sin mini-cuento, no supo hacer otra cosa que inventarse un sueño. Un sueño donde, por el hueco de una pared, irrumpía el hombre gigantesco, el hombre de cera.
Efectivamente, el hombre soñado era de cera. Siempre sería de cera. Nada tiene sentido.
NOVIENBRE 18
-Me escribe un amigo que espera un hijo: "Te confieso que me alegra mucho que no sea cubano (...). Me alegra haberme ido de Cuba, me alegro no regresar jamás.".
-Me dice Jorge Luis Arcos: "Paso horas y horas viendo documentales sobre el Universo, o sobre los universos paralelos, y nada me reconforta más que esto. Que no haya sentido o que el sentido se escape incansablemente" Quisiera que el miedo, que siempre me ha acompañado, me dejara en paz, para poder experimentar lo que dice Arcos. Pero yo siempre he vivido achicharrado con mis obsesiones.
Lorenzo García Vega
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