-No decide nada. Nada corta. Apagados días, muertos.
El sabor de la ruina presagiado por un bicho raro, rarísimo.
Las manos, o los guantes de los días, las manos.
Lo que se despliega en el día blanco: el muerto: 20,25, 28. Algún otro llega. La sirena. A la hora de tomar café es cuando se nos advierte.
El sabor era el de la aniquilación. La ruina pertenecía al pedazo del film 1929.
Pues son terrazas con una fuerte advertencia. Aunque inútil.
-Eran las cinco de la mañana, y el ruido fuerte al que me aferré, era un ruido negro.
O sea, cuando alcé los ojos, lo negro era una fuerte penetración.
Lorenzo García Vega
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