¿Y qué estamos haciendo aquí?

Pues no se sabe bien, pero resulta que al escritor Lorenzo García Vega le ha dado por intentar una novela conmigo, una estudiante graduada quien intenta, entre otras cosas, escribir una tesis sobre la vida y la obra de este señor que ahora es mi amigo. Lo que irá apareciendo aquí es, en palabras de Lorenzo: "un zuihitsu en el que fuéramos relatando, a la manera de un diario en email, el relato de nuestra relación (una relación establecida por motivo de una tesis, pero donde, lo que estaría, fuera el invento que haríamos, tú y yo, de nuestro pasado y de nosotros mismos, como dos personajes de generaciones distintas que tratan de encontrarse, inventándose."

Wednesday, June 30, 2010

EJERCICIO CONCEPTUALISTA

Taller para componer day dream / acompañar con un almuerzo, pero no es imprescindible esta invención / los componentes del, imaginario destartalo: decoración para rehacer: silla fea en el pasado, donde aparece lo carmelita / reaparece / sala vieja donde / llegó el gascar, hasta las 12 del día se / milimétricamente, foto 1934, con cuatro secretarios de despacho / es, entonces, que se inventa el performance, con el cuerpo / si se ha inventado el almuerzo se, masticará, lentamente con / precisión de milímetros, sucesión de puntos / calculados, en lo que se pueda / es, en lo que se pueda, mimetizar / “los avecindamientos discretos” ( Sloterdijk), si es que, lo que se inventa en un almuerzo, despacio se mastica para / acercar, dos imágenes, espejos inconclusos / parte de lo que se sitúa, personificación / juego donde, un espacio, estaba la pájara pinta
Masticación, estaba / enredada, estrangulaba, juego de medianía / la pájara pinta
O sea / polo performance interior / ¿cuántos personajes, desde dentro, podrán participar?
Lo que contabiliza, con pedazos de tiras de colores sabor autista.

Lorenzo García Vega

Lorenzo no da pie con bola

Un tigre que, antes de comérselo a uno, se pusiera a pensar. Este es un punto interesante, y en este momento está pasando el carro de helado con su musiquita.

Ha estado mi miedo, mi enfermedad; eso que me ha acompañado siempre. Y ha estado la sospecha de que el lenguaje, como una cajita, pudiera contener algo. ¿Contener algo, como unas bolas dentro de una cajita?, ¿unas bolas con sonidos y colores? Pero no he dado un paso más. Nunca mi pie ha dado con esas bolas.
La música del carrito de helados. ¿Pudiera ser una cajita sin bolas?

Lorenzo García Vega

Black Holes

Me han dado miedo esas aguas. Me ha dado miedo el latón, y me ha dado miedo Sabina.
Esta mañana lo amarillo se ha mezclado con la máquina. Afuera están los mexicanos haciendo agujeros en la carretera. Con sus chalecos verde neón. Y sus cascos anaranjados. Todo sumándose a lo amarillo.

Entonces, como me ha dado miedo, yo me meto por aquí, me meto por uno de estos hoyos negros terrenales de los mexicanos, y trato de esquivar las aguas negras de su accionismo vienés.
Pero es posible, digo yo, que lo que se esconda en estos hoyos sea más aterrador que lo que habita en su latón.

Taladro rompe brea caliente. Chaleco de cocuyo salpicado como por carbón. Lo naranja de un casco saliendo del suelo. ¿Señor, en dónde está el Infierno?
Entro como si nada por estos hoyos en los que puedo ver:

1. Una dama con falda azul y tacones rojos. Los tacones suenan desde lejos, y una niña muy pequeña, y muy paciente, se pone contenta porque sabe que ella ha vuelto.
2. Una cabecita negra, como de muñequita, perfectamente doblada en el fondo de la cocina.
3. La esquina de la mesa de la casa de abuelita Tati, en donde tantas veces se golpeó la cabeza. La pinturita de la mesa, cediendo al cabezazo de cada día.
4. La pared de los mocos que tan celosamente cuidaba la hermana.
5. El hoyo que se quedaba en el sofá cuando el papá se levantaba.
Sentarme en el hoyo. Sentir a los gatitos que se metían por dentro del sofá. (Esa es otra historia de la que ya se ha hablado). Perseguirlos con mi mano. Agarrar un pedacito de gato.

Y entonces, pasa lo que inevitablemente le tendría que pasar a cualquier literatoso.

Mi mano arañada saluda al hombre del casco anaranjado. Salgo, cenizosa, por debajo de esta calle en donde vivo. Creen que soy mexicana. Hablo, y trato de imitar al Chavo del ocho porque Cantinflas no es de mi generación, y porque el Chavo también vivía en un hoyo negro. Miro mi ventana desde la calle, veo mi computadora, veo mis libros abiertos. Me saludo, y me sacudo todo este polvo. Un hombre me hace entrega del chaleco verde neón.

Trato de olvidarme de tanto amarillo.

Margarita Pintado

Tuesday, June 29, 2010

PARODIA DE ACCIONISMO VIENES

La sombra del gran sapo verde sobre el esqueleto de una vieja puta a quien llamaban Bicicleta. Allí, hasta donde se pudieran colocar todos los que tienen los dientes postizos.


Una visión (pero ésta de postalita) es donde un niño decapitado declama sobre un campo pintado de amarillo (a medida que los ojos se agrandan, el lobo se transforma en pasta carmelita, extraída del gabinete de un dentista).

Pero, la razón de todo esto es que hay una avalancha de distintos recuerdos –un pasado que se derrite como destilación de la mierda ( y el otro, esqueleto de otra puta sucia, semejante a la puta Bicicleta, y a quien llamaban Mierda Seca).


Después, para refrescar, tres o cuatro lobos, surgidos de la nieve, y recorriendo las calles de esta Playa Albina donde vivo, en el momento en que se pone a pasear el difunto maestro Rank (de quien no me he cansado de hablar).


Anoche, ¿quién podría ser?, afuera alguien, gritando / La alcancía del peligro. / Me pregunté, al despertarme, por el alguien que pudiera haber entrado.


Ese es el imaginario de la tabla carcomida por los bichos. Ese es el imaginario del latón de agua – lejía- donde se bañaba Sabina, la vieja loca que temía que los jóvenes la vieran encuera (ya de este personaje he hablado en otra ocasión).

El latón de agua sucia de Sabina, luego se arrojaba al patio. Se convertía en ceniza. Y un buen acto de accionismo vienés pudiera consistir, ahora, en tomarnos el agua de ese latón.


Tratando todo de partir de ahí (¿). Todo tratando de aferrarse ahí.


Lorenzo García Vega

Sunday, June 27, 2010

Domigo al cuadrado

CUADRADITO Las letras ML y la fecha 1924, en la foto del pie de una escalera.La casa donde yo nací, en 1926, estaba al lado.Se puede colocar una hoja mal pintada, volando. El cómic tiene rarezas,
CUADRADITO Junto a la palabra EXIT suena una música de pianola
CUADRADITO Con rostro angustiado un personaje, apuntando hacia lo peor.
Otro CUADRADITO Mano recortada que se supone lo comprende todo.
CUADRADITO, penúltimo. Personaje que, mientras mira a una nube (la nube, amarilla, está en la parte superior, derecha, del cuadradito), está mascando el chicle que todomundo sabe que es amarillo

Lorenzo García Vega

Texto Rebota

Manchón (De Fantasma juega al juego, 1978)

“Sobre cada mañana, el manchón. Alucinación permanence.
Avanza la analogía.

Vista fija. Inmutables los dedos. Frente al paisaje.

Capas de colores sobre el abanico de las láminas. (Han de recorrerse sus matices con la presión de quien destornilla una máquina).

Pues éste es el siempre presente, el eterno instante, en que se conjuga una interrelación de textos. (El instante de pesar la vieja carga de los sentimientos).

Más tarde se buscará al referente. Bajo esa más fuerte luz que entonces por unos momentos, apretará los colores.”

Lorenzo García Vega

Rebote

Un miedo antiguo dibujado en la pared. Un miedo plano. Alucinación permanece.
Van retrocediendo todos los círculos.

Cataratas de ojos. El paisaje, ciego, dando tumbos entre mis dedos.

Viento corta colores. Sol suda paisaje. Canción trepa cegueras.
Pues éste es el siempre presente. Lámina de tiempo telepático. Sus dedos, mis dedos, desarmando lo que se muere. (El instante de pasar la vieja carga de los sentimientos).

Equivocada de espejo, ayer busqué mi rostro. Lo amarillo sigue dando problemas. Ya no se ven otros colores.

Margarita Pintado

Saturday, June 26, 2010

No es tanto el calor, como que los colores se revuelvan tanto con lo amarillo. Se están quemando, estos colores, incendiados adentro y afuera. Sarampión de colores. Pienso que sería bueno que el edificio que está delante de mi casa no fuera de ese color. Todo se está abrazando.

Todo, últimamente, tomando la forma de una descomposición.
¿Qué compromiso es este? ¿Cómo se pacta con colores, y con tiritas, y con el recuerdo de una araña? ¿Y por qué me preocupa, a estas alturas, un posible compromiso?

Cita mal citada: “Por lo pronto, estos tres puntos suspensivos no nos llevan a ningún lado. Pero la Otaka se quema, y las paredes suenan una pinturita por dentro. Rompe cáscara calor picado por un mosquito.”

No hay pistas. Ni señas. Esto es cada vez más como la vida que se aquieta y que se va dejando de vivir. Yo lo veo sentado en un sofá, yo lo veo tratando de no mirar por la ventana, yo lo veo dedicado a sudar la gota gorda, escurriéndose entre lo azul carmelitoso de un año que yo no sé, en un país amueblado por fantasmas.

No, no, carajo, nada de miguitas. Los pájaros se las comieron. Los pájaros, llenos de miguitas, esperando a los niños del otro lado del horno. ¡Uf!, tanto calor y un horno encendido.

Es la hora del picoteo.

Y ahora yo le picoteo las historias. Y se las saco del bolsillo, y hasta se las pinto de otro color. No me gustan, ni el negro, ni el crema. Quizás si las historias fueran amarillas y azules, o naranja con lila, la cosa fuera distinta. Pero, ¿quién quiere que la cosas sean distintas?

Yo sí quisiera (creo que lo quiero con todo el corazón) que alguna canción saltara. Que alguna canción, aunque fuera muy pequeña, se le subiera a la cabeza y bailara un rato. Nada como sentir en la coronilla las delicadas patitas de una canción. Es que, puede ser, que allí se esconda la geometría de la tarde.

Razones no hay. Razones faltan. Y es por eso que habría que seguir escribiendo. Aunque el calor derrita hasta el sueño de un vampiro, y la tarde ya no quepa en tu bolsillo, y los ojos se llenen de telas de arañas, y los niños sigan cayendo en sus respectivos hornos, y la vida sea, cada vez más, como un desfile de tiritas.


Margarita Pintado

Friday, June 25, 2010

- La presencia de la Muerte, deteniendo este día caluroso de verano.
Joaquín Galguera, práctico de farmacia en la botica de mi padre, en Jagüey Grande, aparece con el bastón que usaba en 1934.
Hoy tan pueril, mi horizonte, como la marca de tabaco que contiene la figura de Drácula.

Me explico: una chancleta rosada, desplegada sobre un fondo negro, no es otra cosa que el estrepitoso ruido de la puerta del taxi, cerrada con violencia.

Pues la historia que, dentro del bolsillo del pantalón, dibujaban dos de mis dedos, eran grandes bolsas de color crema, con fondo negro. Esa historia, como si respondiera a una necesidad absoluta, ya contenía, para siempre, toda mi vida.

Soñaba con un vampiro que, extendiéndose y extendiéndose, se convertía en un pequeño, inexplicable, “desliz carmelita”. Pero, esto precisamente no era un destino, sino una cabeza negra, preciosamente dibujada.

Y es que, sin duda, todo mundo estaría alucinado, si se lograra descubrir la geometría de la tarde.

Pero, eso sí, no me acuerdo de ninguna canción. Ni tengo la fórmula para acordarme de ninguna canción.

Verdaderamente, si se mira bien, no hay ninguna razón para que yo siga escribiendo.

¿O es que hay alguna razón?


Lorenzo García Vega

Thursday, June 24, 2010

JUEVES, CON HANSEL Y GRETEL

Quiere escribir sobre un garage 1936 – feo azul del techo.

Hoy es jueves. La reina de los patios. Una aleluya carmelita. El perro azul con los castillos detrás. Cómic intenta probar que los fantasmas existen.

El auto está pasando por la calle. Además, se puede sentir como si, un silecio, estuviese metido dentro de una cápsula.

Una cápsula. ¿Qué? Lo que acabo de decir. ¿Me refiero a que, toda mi vida, he estado metido dentro de una cápsula?

Capas y capas. Cápsula.

Hoy es jueves, repito.

Pero, en este sueño no hay nada, aunque me invento un mandala.

Designar, entonces, a los fans del manga. Otaka, palabra japonesa, define al que, metido en su casa, se dedica con fanatismo a...

A...

Por lo pronto, con ruido, silencio, papel picado y..., yo reproduzco una historia.


Miguitas, entonces, en los senderos, para encontrar el camino. Hansel y Gretel.


Lorenzo García Vega

Wednesday, June 23, 2010

ESTE, UN TIGRE SIN FINAL

ESTE, UN TIGRE SIN FINAL

Con una barba hecha con mosquitos. Pero ¿puede haber una barba hecha con mosquitos? Pensándolo bien sí, sí puede ser. El suave tigre, el suave tigre de amarilla lana. Pero ¿dónde estará la cara conque se pueda soñar ese tigre?

Agudamente, se desprendía de sus labios. ¿Agudamente?, ¿qué quiere decir eso? Era como el recuerdo de una guayaba que, una vez, cayó en un corral. Pero, sobre esa noche, nadie podría decir nada. ¿Puede un charco de enredos, tener algún color?

Mancha roja, para empezar. Pero, eso sí, con la conciencia de que nada se puede seguir haciendo. Yo seguí escuchando el ruido del avión que pasa a las 10 de la noche (pedal, un amarillo). Me acordé de la cocina que quedó vacía, en la casa de la infancia. Pero, ahora, no quiero persistir en un ruido. No, no quiero persistir. Es que ese pipisigallo, con la misma cara que tenía la pareja de los guardias rurales del tiempo de mi infancia. Ellos iban en el vagón de un tren. Igualito que las patas de un ángel. Después de esas patas, o junto a esas patas, estaba el ruido de un mosquito. Es que se cree que todo podría culminar en aquel devocionario nacarado, que fue utilizado el día de la Primera Comunión.

O sea, tratando de decirlo de otra manera; las píldoras que cuelgan de un anzuelo, mientras el mosquito se baña en la fuente. ¿ O será que, en este segundo, un color rosado tendrá sólo que ver con esa visión del suave tigre de amarilla lana?. Pero, ¿ donde es que, ahora, está apareciendo la mitad de mi cara?

Lorenzo García Vega

Monday, June 14, 2010

Lorenzo piensa en Tiritas y en una Araña

TIRITAS
Cuando en la niñez me agarró el sarampión, el Médico me dijo, al llegar por la tarde: “Hago constar que tiritas, más tiritas. Hago constar que los pedacitos de colores, derramados por el suelo”.
Aunque, ahora, me veo obligado a rectificar aquello: el Médico no pudo sólo hablar de tiritas de colores, ya que en ese momento del sarampión, siempre estuvo la Araña, intentando inventarme. Pero ¿podré entender esto?
Pero, ¡qué raro. Raro. Es que hay en los patios, bolsas de hierbas secas que también fueron, antes, retacitos de colores. Pero ¿cómo puede ser eso?

Acercándose, ¿quién?, al primer colegio que fui, al colegio de la Señora Anita, quien también era una araña.
Mis tías, mi tía Marardina, mis abuelas, tejieron collages de tiritas.
Pero ¿de verdad, mi madre era una Araña?

En el Central Australia, en 1934. En plena noche, el pitazo de una locomotora era el montoncito de retazos de colores. Y entonces un tío viejo, después de tomarse una taza de café, con los retacitos que tejió la Araña, encendió su tabaco.

Pero eso sí, lo que sé ahora, lo sé porque estoy viejo.
Cuando se es viejo se sabe, como lo sé ahora, que al llegar a la casa de la calle Neptuno, en una Habana de otro pedazo del 1934, la Araña retrocedió, con sus retacitos de colores, hasta llegar al mismo borde del Malecón, frente al mar.

Entonces, el pedazo de trapo morado, o el pedazo de un trapo lila, siguen siendo el disfraz de una paranoia indescifrable.

¿Pero cómo, hasta hoy, no he sabido que las cosas fueron así?


Lorenzo García Vega

¿En dónde, Lorenzo?

Ha pasado algún tiempo. No tanto, una semana, pero yo me puedo poner melodramática. Además, los días, con el calor, se esponjan. Ayer hablaba con mi amigo Luis. Cuando uno escribe una tesis hay algo, una pregunta que tiene que saltar a cada rato. Puede ser una palabra, una frase, o hast puede ser una imagen a la que todavía no hemos podido nombrar. Quéséyo, un rabo de caballo derritiéndose bajo el sol, o un carrito de supermercado, el metal caliente, y unas manos a punto de quemarse. O, puede que la imagen se sacuda un poco, y aparezcan, entonces, un viejo y un pájaro, y una puerta caliente guardando cosas muy frías. Y el silencio de los días pasando mientras nada pasa, mientras todos esperan eso que no pasa, y que se sabe, no pasará.
Me asaltan imágenes en este día. Veo a Luis, por ejemplo, esperando con calor, subiéndose las mangas de su camisa, frente a la biblioteca de Princeton. Un poco triste, y hablando sobre literatura anarquista. Le digo que a veces no sé de qué estoy escribiendo la tesis. Sí, es sobre la obra de Lorenzo, (perdón, debo decir sobre la vida y la obra) pero ese no es el punto, el punto ya no es un punto, puede que sea pliegue, pero eso es muy barroco y esta tesis no es sobre el barroco, aunque sí es sobre el barroco. Hay otra chica, Ingrid, que se está metiendo con esas cosas, y con el surrealismo de Lezama. Es que somos muchos los tesiteros, y yo me pregunto si es que somos los últimos discípulos, yo me pregunto si andamos huérfanos de padre y madre, yo quisiera saber, en verdad, qué es lo que andamos buscando.
Y yo dudo. Yo, a veces, repito, no sé de qué van las tesis. Pero las imágenes vienen: el carrito caliente, el hombre y el pájaro, el rabo de ese caballo derritiéndose (¿pero puede el pelo derretirse?), y el oficio del escritor. Ese es el punto, que repito, quizá no sea ni punto, ni pliegue, pero ahí está el meollo.
Y leo a Deleuze, y dice el francés que, “El principio de las entradas múltiples por sí solo impide la introducción del enemigo, el significante, y las tentativas de interpretar una obra que de hecho no se ofrece sino a la experimentación.” ¿Cómo entrarle a esta tesis? ¿Cómo trampear una tesis? ¿Se podrá escribir una tesis experimental? ¿Se puede? ¿Me lo permite la academia? ¿Con quien hay que hablar? ¿Advisor? ¿Escuela graduada? Es bastante problemático ser tesitera y tener vocación por la tesitura de las cosas, de ciertas cosas que se escapan. Cómo él. Y en este día me pregunto, ¿en dónde está? Te pregunto a ti, Lorenzo, ¿en dónde estás? ¿Por dónde entras a este día?

Margarita Pintado

Monday, June 7, 2010

Dificilísimo. Ser tesitera y sentir vocación, no de exploradora, sino de inventora. Si los viejos son exploradores, entonces, ¿qué somos los jóvenes?

Esta tesis pretender seguir dando vultas. Vueltas cuadradas como los birretes.

He estado dando vueltas. He estado levantándome de la silla una y otra vez, he estado llenando muchos vasos de agua porque en Atlanta, como en la Playa Albina, el blanco de los edificios se derrite. Entonces, digo que he estado organizando materiales, mirando algunos libros, leyendo otros, y he estado marcando, subrayando estos años de Orígenes, inventándome preguntas, haciendo notitas al margen, escribiéndole unos emails a Lorenzo que al final nunca envío. No. Todavía no.

Me he estado preguntando por mi año cabalístico. ¿En dónde estará mi 1936? ¿Será que tengo un año así? ¿O esto es sólo cosa de elegidos?

Dijiste creolina y yo me acordé de las casas de prostitución de la Habana. Pero ese recuerdo no es mío, es tuyo, y yo creo que nunca he olido la creolina. Es un olor sin referente, pero para mi la creolina no es un olor, sino una palabra que me recuerda unas casas de prostitución en las que nunca entré.

Desvarío o difícil fabricación. El olor invisible, el anti-olor de la creolina.

Y ellos metieron la cabeza debajo de la arena. Y Lorenzo no juega con la arena de Playa Albina. Es que estoy metida en los años de Orígenes, leyendo de la década del 30, una década que yo siento infinitamente lejos, años esos que no me corresponden, pero que me llegan y hasta me hablan. Años lejos que yo meto en este ping pong, como también se ha metido él, que si vivió en una década del 30, como metida estoy yo, que no tengo una década del 30, y que todavía no encuentro mi cabalístico 1936.

Hoy es lunes. Acá el tiempo no retrocede. Todo sigue como sumándose, y hasta filtrándose. Mis libros, los suyos, dos computadoras abiertas, tres tazas de café, los maullidos de una gatita sobrepeso que debo cuidar durante el verano, papeles sueltos, papeles amarrados, años origensitas, Deleuze, las notas de un simulador de Casey, la foto de un pelícano cubierto de petróleo.

Hoy es lunes, lunes normal, lunes sin ningún misterio, lunes a punto de ser martes.

Margarita Pintado

7 de junio en el Taller

Pétalos. Marcial. Pero ¿quién es Marcial? No conozco a nadie que se llame Marcial. Tampoco puedo justificarme diciendo que estoy desvariando: no, yo no estoy desvariando. Una difícil fabricación, entonces, como de bañadera rociada con las gotas de agua de una alquimia apócrifa.

Decir, por decir, lo que fue una ninguna araña, es como el esparadrapo que tapó lo que dejó de ser (estúpido sin sentido).

Y un murmullo fue un monte. Y, menos que una disolución, fue un monte. Pero por los puertos – y esto, aunque hubiese habido algún espectral asunto-, ya, no hay ningún viajero.

Trato de explicar: voy a decir lo que pueda: un ya desaparecido manubrio (pero, ¿de dónde viene esa historia?), exactamente estuvo, predestinado, en el rincón de un patio de un Liceo de pueblo de campo (¿pero…?).

Era, diríamos, un álbum de bañistas que… Que ya, tampoco, puede tener ninguna explicación.

Es decir, Lotario ( pero, si yo no conozco a ningún Lotario, ¿por qué digo Lotario?)) , o flor puritana, pudiera ser la etiqueta de una pianola, aunque esto, no acaba de alcanzar a este Domingo, por la tarde, en que hoy estoy.

O, lo que es lo mismo, por ejemplo decir que un tarro de creolina –con olor a consomé-, que en algún desvío pudo haber fabricado César Vallejo. Pero ¿dónde, ahora, voy a meter esa imagen?

¿El aire que retrocede puede ser, de verdad, un aire que retrocede?

Y es que, estúpidamente, retrocede el efecto de esta tarde de Domingo en que hoy estoy vivendo. Retrocede, sí, hacia la historia, al carbón, de una historia que no se filtra por ninguna parte.
Raro Domingo el de hoy

Y lo más raro, Margarita, es que, como según Eliot "Los viejos deberían ser exploradores", yo me he convertido en un explorador, por lo que, entonces, lo que estás haciendo es una tesis sobre un explorador. ¡Difícil asunto!

Lorenzo García Vega

Friday, June 4, 2010

Lorenzo sigue jugando

Hay un proyecto de minicuento, con fin de temporada en un balneario donde el personaje no se acaba de ir. Es que algo sucede. El personaje está acompañado por un típico gordo. Un gordo, a la vez, extraño y estereotipado.

Pero en el sueño de una siesta, mi madre me persigue. Me quejo. Ella, comprendiéndome, me toca la cabeza, mientras me dibuja los huesos del cráneo.

Me está pareciendo que tengo una anormalidad en los huesos del cráneo.

Mi madre tiene puesta una sotana.

Pasa una lluviecita, imitación de una lluvia.

Y, hablando de antropofagia, Oswald de Andrade dijo: “Sólo me interesa lo que no es mío”.

Efectivamente, al comienzo de mi adolescencia, después de morir mi padre, me sentaba en una mesa con un juego de dominó. Yo estaba solo pero era, a la vez, los cuatro jugadores de dominó. ¿Cómo? Me levantaba, y me iba colocando en el lugar del que le tocaba jugar. Así que le daba la vuelta a la mesa.

Y también sueño con un refrigerador al que se le caen algunas luces (?), en el momento en que un ruido, sin que se sepa por qué, se vincula al trozo de hormigón, bastante parecido a un fragmento de la música de Cage. Y esto así, sentado frente a mi almuerzo, intentando la antropofagia con aquel payaso que vi en una furgoneta de un cine de mi infancia.

Jung dijo que “el acontecimiento más importante para el negro es el nacimiento del sol por la mañana”. Y yo, aunque no soy negro, sentí este acontecimiento en 1936, cuando amaneció sobre un tren que me llevaba hasta la Estación Naval norteamericana.

Y también lo sentí en mi infancia, en la madugada de un fotingo que conducía un chofer bizco, llamado Jacinto.

Y además, había velas encendidas para los muertos de la familia. Mi tía Marardina las encendía todas las noches, en una mesa que había en la cocina del Central Australia.

Y por último, querida Margarita digo de Muriel Spark. Memento mori. “El fantasma llama por teléfono a los octogenarios: ‘Recuerda que vas a morir’.

Sí, el día que menos lo piense, me llama el fantasma.

Margarita, esto que aquí te envío, quizás no tenga nada que ver con el ping-pong. ¿Cómo vamos a jugar ping-pong con esto? Pero es con lo que cuento ahora. Empecé el zuihitsu, pero ya he tenido el primer tropezón: la cetrería del títere: fue mi primer intento por mezclar la experimentación con lo autobiográfico, y me enredé, sigo enredado.

Lorenzo García Vega