Lo arrancado sombrea lo que queda de un grito deshilado mirado por lo ciego que nos busca siempre. Últimamente la opacidad del gesto, lo claroscuro tapándose los ojos, lo que dice desde la mudez, haciendo estragos en el blog.
Llegan los gatos. Los mismos de siempre. La noche, la lluvia seca rompiendo los techos de unas casitas de campo, y los gatos, siendo gatos, escurriéndose detrás de las persianas, maullando detrás de tu insomnio.
Radiografía de lo callado. ¿Canto sin sonido? Rueda lo extraño dentro del domingo. Hace tiempo que el domingo se mete, voluntariamente, dentro de una cajita. Y allí llueve lluvia mojada. Como antes.
Afuera los niños chinos cantan en silencio y recogen unas hojas. Sus cabezas, como palomas recortadas, aparecen siempre en el sueño de la vigilia. Mirarse en tercera persona. Porque estos niños me lanzan más afuera. Me exilian de mi, y a veces no sé cómo regresar a casa. Porque los niños. Cabezas recortadas, pájaros cerrados: el difícil mapa de una orilla.
Margarita Pintado
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