¿Y qué estamos haciendo aquí?

Pues no se sabe bien, pero resulta que al escritor Lorenzo García Vega le ha dado por intentar una novela conmigo, una estudiante graduada quien intenta, entre otras cosas, escribir una tesis sobre la vida y la obra de este señor que ahora es mi amigo. Lo que irá apareciendo aquí es, en palabras de Lorenzo: "un zuihitsu en el que fuéramos relatando, a la manera de un diario en email, el relato de nuestra relación (una relación establecida por motivo de una tesis, pero donde, lo que estaría, fuera el invento que haríamos, tú y yo, de nuestro pasado y de nosotros mismos, como dos personajes de generaciones distintas que tratan de encontrarse, inventándose."

Sunday, October 10, 2010

Frontera

era la mañana y las voces de unos niños chinos bajaban por las escaleras como un chorro de agua. pensé en unos peces. pensé en un poema que escribí hace tiempo en donde unos peces asmáticos saltaban de una cama hasta convertirse en pedacitos de panes mojados moliendo mi garganta. esta mañana, al escuchar las voces de los niños chinos, pensé en Lorenzo. 
estos días, mucho ruido. afuera y adentro. y a veces lo único que parece justo es matar las cosas. hace dos semanas que no riego las plantas. ¿contará eso como asesinato? 
indudablemente, algo está pasando. "venus entró en retroceso", me dijo Mael el otro día. Mael es de Tijuana. a veces le pido que me repita la historia de cómo solía cruzar la frontera cuando era niña para llegar hasta la escuela. ella narra, ella, su pelo como un niño dormido, sus ojos de pájaro, su boca de pájaro, su nariz de pájaro, volando sobre la frontera. es un cuento naranja en forma de línea.
y es que he pensado últimamente (aunque a destiempo y como fuera de moda) en las fronteras. porque a veces no me atrevo cruzar el umbral de la puerta. porque afuera, y esto yo lo sé, hay objetos enemigos que te muerden las manos.  
pero esta mañana los niños chinos bajaron las escaleras y sus voces limpias como el agua, sus vocecitas llenas de palabras que yo no sé, un poco, hirieron mis oídos. extrañándolos tanto, ahora, a esos niños.
y la luz de otoño sigue empujando la palabra, y aparece el carrito del publix empujado por una mano que no veo, pero que está. y las hojas siguen cayendo, despacio, y los pasos siguen crujiendo, y los caminos siguen dibujando fuegos, y yo lo pienso, yo lo traigo, yo lo reanimo en el recuerdo, y yo quisiera que un grito nos salvara a todos, o a unos pocos. qué más da. 
pero en la mañana, en esta mañana, sus cantos claros golpeados por la escalera, y mis oídos sangrantes buscando voces nuevas, y los ojos se me vacían cada vez más, y ahora no me salen las imágenes, y siento cómo voy entrando en pánico.
¿eso salva? todo en esta mañana resulta conmovedor. no me compadezcan, he hecho lo que he querido. he matado las plantas, no he escrito ningún libro. me devoran los diarios, y los fragmentos de todo lo incompleto que dejo tirado en medio del camino. últimamente, la vocación, como un hecho ineludible, aparece envuelta en un papel cremoso, y como sediento. ¿vocación de sed, acaso? algo crece. adentro. afuera.

Margarita Pintado

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