¿Y qué estamos haciendo aquí?

Pues no se sabe bien, pero resulta que al escritor Lorenzo García Vega le ha dado por intentar una novela conmigo, una estudiante graduada quien intenta, entre otras cosas, escribir una tesis sobre la vida y la obra de este señor que ahora es mi amigo. Lo que irá apareciendo aquí es, en palabras de Lorenzo: "un zuihitsu en el que fuéramos relatando, a la manera de un diario en email, el relato de nuestra relación (una relación establecida por motivo de una tesis, pero donde, lo que estaría, fuera el invento que haríamos, tú y yo, de nuestro pasado y de nosotros mismos, como dos personajes de generaciones distintas que tratan de encontrarse, inventándose."

Friday, October 22, 2010

Cuando la muerte friega


El mechón frutal del sexo. Milano. Barcaza que bien puede ser un jolgorio. Prostíbulo en el lugar donde están las ruletas. 
¿Es sobre un río? 

Si bien se piensa, un ruido sobre la pared que está al lado.
Barca.
Música, no se oye. Pero ahí está pintada.

Pintada, música para fantasmas que ya, nada, con la vida tiene que ver. 
Nada tiene que ver con la vida, pero inventar lo que fue el Deseo.
No sé. 
No sé si me puedo acordar del acordeón de Rimbau.

(Brisas, acordeón, salmón. Cocotero cuidado – con las pancartas estrellas.
Amar esas subidas bajo el sol del mediodía).

Cuando la muerte friega, y lo que friega es un palito occipital. 
Un ruido, un ruido que corre desde la podrida pulsera de otro ruido. (Pues se dice, pero no se entiende, que la vida del coco algo tuvo que ver con los Octavios (?). ¡Detengan esa palangana!

León marino, desmadejando de la campana, de los gatos: ¿en la maleta?.
O sea, para explicarme: yo ya no tengo por qué comprometerme con nada. Ya yo estoy muerto. Y anoche descubrí la forma material en que estoy muerto o, lo que es lo mismo, descubrí la forma en que me moriré.

Y con persianas hay un escándalo, parecido a un revólver, en un prostíbulo chino. Pero ¿eso qué quiere decir?

Me explico, de nuevo: 
O lo que sea, o lo que vimos los viejos es la seca, sucia ruina de la vida;
Moisés, con su seco palito de dirigente, en dos partes dividió el agua negra de un charco;
Y se convirtió, todo, en el cajón quemado;
Cenizas son las pupilas al coágulo, pero yo no sé qué decir, ni lo diré nunca

Pero, ¡claro! – son las 4 de la mañana-, que después de las palabras que supuse oir, con esto tengo que contestar.
Esto, ¡imagínate!, es como el arribar de un amanecer oscuro. Pero ¿qué puede hacer un viejo desde la garganta de un amanecer oscuro?

De todas maneras tómalo, riendo, todo esto que te estoy diciendo.
Vamos a compartir el sin sentido. (Pues el mini-alzheimer en que se va convirtiendo la vejez.

¿No crees que no estaría mal irlo contando en el ordenador?). 
Lorenzo García Vega


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