¿Y qué estamos haciendo aquí?

Pues no se sabe bien, pero resulta que al escritor Lorenzo García Vega le ha dado por intentar una novela conmigo, una estudiante graduada quien intenta, entre otras cosas, escribir una tesis sobre la vida y la obra de este señor que ahora es mi amigo. Lo que irá apareciendo aquí es, en palabras de Lorenzo: "un zuihitsu en el que fuéramos relatando, a la manera de un diario en email, el relato de nuestra relación (una relación establecida por motivo de una tesis, pero donde, lo que estaría, fuera el invento que haríamos, tú y yo, de nuestro pasado y de nosotros mismos, como dos personajes de generaciones distintas que tratan de encontrarse, inventándose."

Sunday, December 19, 2010

Vacío


Excrecencias negras y, también, blancas, pequeñas, manchas. Me crecen por los dedos.
En mi infancia, en Jagüey Grande, había un maestro –vestido de negro- que se llamaba Quiterio Fuentes.
Pero, vuelvo a la casa de mi abuela. Sigue la noche.
Sigue la noche, pero ahora juego: me disfrazo de fantasma y, con una sábana cubriéndome, salgo hasta la acera. Llega la policía.
A la policía le digo que yo soy abogado (en realidad, yo estudié la carrera de Derecho).
También llega una muchacha. Es Judit, mi hija.
Me digo que, sobre todo, exprimir el vacío, pero no sé si tendré fuerzas para alcanzar esa meta.
Vacaciones. Un lugar de recreo. ¿Un lugar de recreo? Puede que sea así, aunque yo no me siento en un lugar de recreo (¿no debería intentar historias rocambolescas?).
Pues se trata del lugar de las ruinas. ¿Lugar de recreo, y lugar de las ruinas, al mismo tiempo?
Es que siento mucha ansiedad: tengo que regresar: el regreso se me dificulta.
Observo: todo destruyéndose, en el lugar de las ruinas.
Observo: las lámparas del lugar, sobre el destartalo de la gente.
Pero al regresar, si no es que he regresado ya, mi madre estará allí, si no es que ya está ahí: ella, llena de reproches.
¿Quién soy yo?
Surgiendo de una vela encendida, un tocador de arpa. La vela está encendida frente a un espejo negro. Irrumpe un mediocre, idiota, compañero de colegio: el primero que conocí en el odioso lugar de los jesuitas donde estuve. Él, ahora, parece como que administra un cargamento de libros. No quiere entregarlos.
¿Y si imaginara que estoy entrando en un pic-nic?
Repito: ¿podré exprimir el vacío?

Lorenzo García Vega

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