¿Y qué estamos haciendo aquí?

Pues no se sabe bien, pero resulta que al escritor Lorenzo García Vega le ha dado por intentar una novela conmigo, una estudiante graduada quien intenta, entre otras cosas, escribir una tesis sobre la vida y la obra de este señor que ahora es mi amigo. Lo que irá apareciendo aquí es, en palabras de Lorenzo: "un zuihitsu en el que fuéramos relatando, a la manera de un diario en email, el relato de nuestra relación (una relación establecida por motivo de una tesis, pero donde, lo que estaría, fuera el invento que haríamos, tú y yo, de nuestro pasado y de nosotros mismos, como dos personajes de generaciones distintas que tratan de encontrarse, inventándose."

Sunday, March 20, 2011

Alguien te mira-Baja el telón

Llevo demasiados días dándole vueltas al cierre del blog. Lorenzo no. Él es más práctico para estos asuntos. Simplemente, recogió su bolita y se marchó. Hay demasiados proyectos esperándole.


Hace algunas semanas me quedé en casa de Lorenzo y de Marta. Aparecieron también, y casi como por arte de magia, Sean (el Manning de Fierro y de Texas), y Pedro, amigo del ping-pong, y de Lorenzo, y a quien debemos la foto con el papagayo.



El tiempo en Playa Albina pasa. El tiempo en casa de Lorenzo se detiene.
Maúllan los gatos, ella sirve vino blanco, él prepara el café. Nos sabemos testigos. Hablamos por fuera, reímos por dentro.


Una tarde hablamos del tren, del sonido del tren, del impacto que el sonido de un tren había tenido en la memoria de un niño del campo cubano. Ella lo miró y dijo algo de un trauma. Parece que ella no recuerda el mismo tren. Entonces hubo una pequeña discusión en torno al color del tren. Yo le tuve que confesar que en mi niñez no hubo ningún tren. Él no sabe, él no puede imaginar niñez sin tren, sin el miedo del tren, sin la vibración del suelo y el retumbe de las paredes. Yo creo que se desilusionó ante mi falta de trenes.


Una noche llegamos tarde a la cena, y para compensar, nos dio con hablar de poetas suicidas. Ellos se entusiasmaron, y comenzaron a recordar con lujo de detalles los modos en que cada uno había decidido quitarse la vida. Un poco macabro el tema, pero tanta risa. Ahora el nombre "Eunice Odio" me sabe a Playa Albina.


Un día Lorenzo, en medio del café, se fue al cuarto y trajo el diario en donde anota sus sueños. Hablamos de técnicas de retención de sueños. Lorenzo recomienda no moverse, no abrir los ojos de inmediato: hacerse el muerto, eso dice, para que el sueño no se desintegre con nuestro movimiento.
Lorenzo me preguntó tres veces que cuando terminaba la tesis. Pronto Lorenzo, pronto.


Dos noches vimos telenovelas juntos. "Alguien te mira", se llamaba. A Lorenzo le gustaba. Era un poco violenta. Cuchillos, asesinos, fantasmas, un psicópata que, insistía Marta, se parecía mucho a Sean.


Alguien te mira, Lorenzo. No sé si te dije, no sé si lo sabes, pero alguien te mira.


Qué difícil resumir. Una tarde nos sentamos, Lorenzo y yo. Hablamos, cómo no, de Lezama, de Cuba, de Orígenes. Era por la tarde y la luz cambiaba. No sé, era como un desplomarse de la luz sobre sus ojos azules, sobre el sofá, sobre algunas partes del suelo. En el comedor Marta y Sean hablaban del pasado, ojeaban un album, creo. Pero esto yo no lo sé. Esto me lo invento un poco.
Entonces, en medio de un recuerdo difícl, yo le dije que la luz se había puesto bonita. Él dijo que sí, dijo que a esa hora la luz le recordaba un verso de Lezama: "la luz es el único animal visible que emana de lo invisible." Cito mal y de memoria.


La luz en sus ojos, la luz dibujando una línea recta en mis rodillas, la luz llegando hasta el comedor, iluminándolos a ellos. Supe que no lo olvidaría. Fue como ser testigo del propio recordar. Fue ver un gesto, un silencio, un temblor de manos y saber que ya nada puede ser igual.


Y el advisor dijo en un email que se quedaba con la Cuba de Lorenzo, esa que lleva cargada en la mirada. Esa que insiste en homenajear una estéril circunstancia, adornándola con la cresta de un papagayo. Dejándolo que hable.
Pidiéndole que sea él quien diga la última palabra.


Margarita Pintado


postdata: Lorenzo, gracias por jugar.

4 comments:

  1. Veo que apenas te moviste, Margarita. Te hiciste la muerta y no se te desintegraron los momentos de esos seis días alucinantes. Pero sí te moviste porque, como sospechas, el álbum te lo inventaste un poco. No, no te lo inventaste, lo colocaste en la mesa de comedor cuando en realidad estaba en la oficina, es decir en tu habitación. Allí estaban las fotos ojeadas que nos enseñó Marta, las que ella acompañó con historias en blanco y negro. Eso pasó allí, con la luz de otro sol que entraba por otra ventana, trazando una línea recta en los ojos desde donde fluían las manos hacia el pasado de otra Cuba.

    Yo tuve tanta suerte de haberlos encontrado, a ti y a Lorenzo, de haber sido incluido en ese viaje hasta esa ciudad de números innavegables. Y de habérseme permitido entrar en esa casa, aun pareciéndome a algún asesino de telenovela. Sí, me siento con tanta suerte de haber estado allí, bañado en esa luz bonita que nos iluminaba.

    Y ahora que bajan el telón en este blog de sueños palpables –delante del cual nos quedamos quietos, no cerramos los ojos y leemos– somos nosotros, no ustedes, los que nos desintegramos.

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  2. sean... gracias por jugar. y por ayudarme a recordar.

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  3. Margarita, muy bueno el último post. Sería una verdadera lástima que cerraran el blog, pero si así ha de ser... Alguien va a estar siempre mirando, esperando. Gracias a los dos.

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  4. Hoy miro y le digo a Legna Rodríguez que venga a mirar. Ella mira, dice, con ansias.

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